martes, 29 de diciembre de 2015

El pollito Pio

Aquella tarde Jaime (no le gusta que le llamen Jaimito) empezaba las vacaciones de verano y como ya no tenía colegio pues su madre había decidido que se fuera a casa de sus abuelos.

Los abuelos de Jaime viven en el campo y tienen una granja donde se crían pollitos. A Jaime le encantan los pollitos tan amarillitos y tan monos.

Pues sucedió que a Jaime le pareció especial un pollito. Un pollito que era tan pequeñito que apenas se veía, de hecho casi casi solo lo vio Jaime.

Pues bien, resulta que este pollito chiquitín había nacido justo cuando Jaime llegó al campo. Así es que sin que nadie se diera cuenta cogió al pollito y se lo puso en la cabeza así como mezclado con su pelo con la evidente intención de esconderlo y que no se diera cuenta nadie de donde estaba el pollito Pio, (ya le había puesto nombre y todo…) pues quería que fuera su mascota, así como si fuera un perro o un gato…

Y pasó el verano.

El pelo de Jaime cada día estaba más revuelto y más largo, pues Pio vivía en su cabeza entre su pelo que también era de color amarillo.

Así es que cuando llegó su madre aquella tarde a buscar al niño se quedó horrorizada: -“Pero como llevas el pelo!!! Ven que te lo corto y te lo peino!!” – Y entonces Jaime salió corriendo mientras de su cabeza caían los granos de trigo y maíz que Jaime se ponía cada día en su cabeza para que Pio comiera como debía ¡vaya pinta que llevaba!

Naturalmente mamá le alcanzó -“!Pero Jaime que llevas?!”- mamá se asustó al principio pero luego se dio cuenta de lo que pasaba, y tras secar las lágrimas de Jaime le dijo que no se preocupara que los dos cuidarían de Pio, que por cierto había crecido un montón! Y después de cortarle y lavarle el pelo y peinarle bien (a Jaime claro!), metieron a Pio en una caja y le llevaron al campo para que corriera un poquito y se sintiera libre…. Y mamá le dijo que si quieres a alguien no lo puedes tener preso si no en libertad. Y Jaime se dio cuenta de que eso era lo que tenía que hacer……

lunes, 28 de diciembre de 2015

La Caja de música

Aquella tarde papá y mamá decidieron que tenían que recoger la casa.

Había ya pasado la Navidad y los Reyes Magos habían traído muchos juguetes nuevos y lo cierto es que casi no cabían en la habitación de los niños, así es que, aprovechando que los niños habían ido con la abuela al Zoo, decidieron tras guardar el árbol y el Belén, recoger algunos juguetes y subirlos al trastero, y de paso tirar los que estuvieran rotos y ya no valieran para nada, bueno sí para reciclar sí que valían.

Uff que trabajo estaban agotados.

Y sucedió que mamá vio en un rincón, y así como si estuviera escondida, una caja de música con la tapa un poco rota y desencajada. La cuerda aún funcionaba así es que le dio vueltas a la llave. La bailarina comenzó a dar vueltas raras, como si estuviera torcida, pero pudo comprobar que la música aún sonaba, y que además se oía una vocecita lejana que intentaba cantar el cumpleaños feliz!!!

Mamá no se sorprendió mucho, se acercó a la bailarina y le arreglo los piececitos que estaban despegados, colocó la caja de música en la última caja que tenía preparada para subir al trastero, y entonces sucedió que oyó como un quejido volvió la vista hacia la bailarina de la caja de música y pudo ver como dos lágrimas resbalaban por la ya despintada carita, así es que de nuevo limpió lo que parecía llanto y colocó a la caja de música y a su bailarina sobre la  estantería azul y fue entonces cuando le pareció notar que la carita de la bailarina sonreía…….

viernes, 18 de diciembre de 2015

Ernestino no quiere ser burrito

Pues señor esto era un niño que se llamaba Ernestino. Todas las noches, desde que era pequeñito, pequeñito, su mamá o su papá, le contaban un cuento.

Ernestino se acurrucaba en su cama, tan calentito, mientras escuchaba esos cuentos preciosos de duendes y magos. ¡Era un niño feliz!

Pero Ernestino crecía y crecía. ¡Bueno, como todos los niños!.

Y su mamá le decía: “¡Ernestino que ya eres muy mayor….que tienes que leer tú los cuentos!”.

Ernestino empezó a ir al Colegio. Y su mamá y su papá pensaron que allí le enseñarían a leer.

Así que, cuando volvía del cole, le decía su mamá: “Ernestino, Ernestino ¿has leído hoy? Mira hijo que si no lo haces te volverás burrito”…y así todos los días.

Un día Ernestino, que ya estaba cansado de que le hicieran la misma pregunta, le contestó a su mamá que sí, que había leído……pero no era verdad.

Al día siguiente, al volver del cole, su mamá le volvió a preguntar: “Ernestino, Ernestino ¿has leído hoy?” y Ernestino igual…… “que sí mamá, que he leído hoy”…pero no era verdad.

Y ¡claro!....todo el mundo sabe que cuando no se dice la verdad…o sea que se miente, pues no está bien….y luego ¡siempre pasa algo!.

Y así paso con Ernestino.

Cuando al volver del cole su mamá le preguntó que si había leído Ernestino dijo que sí…..pero era mentira.

Ernestino se fue a su habitación y cuando se quitó los guantes y la chaqueta….. ¿sabéis lo que vio?....¡pues sus manos ya no tenían dedos….sus manos eran dos pezuñas de burrito!...

Ernestino, para que no se enterara nadie, se puso los guantes otra vez. Y así, al día siguiente, se fue al cole.

Al volver a casa, como cada día, su mamá le preguntó: “Ernestino, Ernestino ¿has leído hoy?” y Ernestino igual…… “que sí mamá, que he leído hoy”…pero no era verdad.

Ernestino se fue a su habitación y cuando se quitó los guantes y el gorro….¿sabéis lo que vio?...¡pues sus orejas habían crecido tanto, tanto….como las de un burrito!..Uff, que susto se llevó….pero…para que nadie lo viera se volvió a poner el gorro…y se las tapó. Y así….al día siguiente se fue al cole.

Al volver a casa…..su mamá le preguntó: “Ernestino, Ernestino ¿has leído hoy?” y Ernestino igual…… “que sí mamá, que he leído hoy”…pero no era verdad.

Ernestino se fue a su habitación y cuando se quitó los guantes, el gorro y la bufanda….¿sabéis lo que vio?...¡pues que su boca no era su boca: ¡era un hocico de burrito!....Uff, otro susto que se llevó….pero…para que nadie lo viera se puso los guantes, el gorro…y la bufanda. Y así….al día siguiente se fue al cole.

Al volver a casa…..su mamá le preguntó: “Ernestino, Ernestino ¿has leído hoy?” y Ernestino igual…… “que sí mamá, que he leído hoy”…pero no era verdad.

Y cuando Ernestino se fue a su habitación y empezó a quitarse los guantes, el gorro y la bufanda….y se fue a quitar los zapatos…….¿sabéis lo que vio? ¡sus pies eran las patas de un burrito!.....Ya no podría hacer nada….y empezó a llorar.

Su mamá le oyó y fue a consolarle…..y entonces vio horrorizada que su hijo era un ¡burrito!.

“¡Pero Ernestino…..¿qué ha pasado?”!

Pero Ernestino ya no podía hablar……sólo rebuznar. Entonces su mamá le consoló y le dijo: “Mira Ernestino si de verdad estás arrepentido, empieza hoy mismo a leer ya verás como así volverás a ser un niño”

Y así fue. Cada día al volver del cole su mamá le preguntaba: “Ernestino, Ernestino ¿has leído hoy?” y Ernestino le contestaba “sí mamá, he leído hoy” y, como era verdad, sus orejas, sus manos, su boca y sus patas volvieron a ser las de un niño.

jueves, 17 de diciembre de 2015

El columpio de la abuela

Cuando Adela y Berta eran pequeñas, un día de Navidad su abuela Cloti (se llamaba Clotilde, aunque todo el mundo le llamara Cloti) recibió un regalo un poco extraño: un columpio de madera, de color rojo, con dos cuerdas gordas a los lados.

La verdad es que a ella de pequeña le encantaban los columpios…..pero ahora… ¿a mí?... sonrió y pensó en sus nietas, seguro que a las niñas les gustará. Pero…¿quién lo habrá enviado?

El paquete venía de un país un poco raro que Cloti no conocía, ¡y eso que ella era muy lista y había estudiado mucho!, y tenía una nota misteriosa: “para cuando quieras subir a las nubes”. La abuela continuó leyendo, a veces sonreía, a veces parecía que lloraba.

Adela y Berta nunca hablaron de aquel columpio, de hecho lo olvidaron completamente. La abuela lo guardó aquella Navidad dentro de un viejo arcón.

Y, como en todas las historias de la vida, pasó tiempo, esta vez mucho mucho tiempo. Aquellas niñas pequeñas eran ahora dos personas mayores. La vida había cambiado mucho. Ahora eran ellas las que tenían nietas. Las niñas se llamaban igual, sólo que la nieta de Berta era Adela y la de Adela….¡Berta!

Aquel verano decidieron ir a la vieja casa de la abuela Cloti. Las niñas palmoteaban de gusto…. “¡bien!”, decían, “por fin veremos la casa de la famosa tatarabuela….”

La casa estaba a la salida del pueblo, se la conocía como “la casa de la gran puerta verde”. Tras esa puerta aparecía un pequeño jardín con sólo cinco árboles. Pero los árboles eran grandes y estaban llenos de ramas…..ramas poderosas, fuertes, como brazos esperando a abrazar….. y al fondo ¡un pozo!....

Una escalera larga y puntiaguda conducía a la entrada de la casa. La abuela Berta sacó la llave y abrió la puerta. Dentro hacía frío. Los muebles eran oscuros y Adela, su nieta, sintió …… un poco de miedo. Pero Berta, su prima, la empujó y dijo “vamos para adentro primita, no tengas miedo”.

En las vitrinas de la casa había todo tipo de “cacharritos”… Berta, en plan lanzada, dijo “vaya cantidad de cosas inservibles….”. A la abuela Adela no le gustó esa frase….y le dijo que no hablara a tontas y a locas (que quiere decir sin saber…. creo).

Las abuelas Adela y Berta se pusieron a hablar de sus cosas…. y las niñas se empezaban a aburrir…. “¿qué te parece si subimos al desván?” dijo Adela a su prima. “¡Genial!” dijo Berta…..que era una entusiasta con todo lo que decía su prima.

Las dos se agarraron de la mano y subieron los escalones que conducían al ático. Sólo con empujar la puerta…..se abrió. Aquello era imposible de describir. ¡Había de todo!....como dijo Adela. Al fondo estaba un arcón….medio roto. Las niñas lo abrieronentre las dos: y allí ¿qué creéis que apareció?…. pues apareció un columpio rojo con unas cuerdas gordas a los lados….y ¡nada más!

Bueno sí… apareció algo más: una nota… una nota cuya destinataria era ¡la tatarabuela Clotilde!. Las dos primas se miraron sorprendidas… y no sé, yo creo que emocionadas.

Berta leyó aquella nota en voz alta: “Mi querida nieta Clotilde. Sé que te llamas así porque ese era mi nombre y estoy segura que mi hija te lo habrá puesto. Hace mucho, mucho tiempo, mi abuela me regaló este columpio…. Y me dijo que con él, cuando estuviera triste, podía subir a las nubes y allí alguien me consolaría”

Berta se emocionó….. y no podía continuar… le pasó la nota a su prima. “¡trae, anda”, dijo Adela, “¡que eres más floja….”!

Pero Adela no podía pronunciar palabra….. la nota continuaba “cuelga el columpio del tercer árbol….el que está al lado del pozo….y te prometo que cuando te impulses y subas con él….. llegarás tan alto, tan alto….. que te encontrarás con alguien… quizá yo misma”.

“¿Qué hacemos?”, dijo Berta. “¡Como que qué hacemos! ¡anda corre vamos al árbol ese que dice la nota y colguemos el columpio!”

Y sí. Colgaron el columpio rojo con las cuerdas gordas a los lados. Lo colgaron del árbol señalado. Se miraron y decidieron montar las dos juntas. Agarraditas de las manos.

Comenzaron a impulsarse, primero despacio, luego más rápido, luego más….. arriba…..arriba….arriba…

Tardaron en bajar……

Berta y Adela (las abuelas) estaban preocupadas porque no sabían dónde estaban las niñas…..

Tranquila, se decían una a la otra, estarán jugando por ahí. Hasta que, de pronto, vieron como el columpio bajaba con las dos niñas……

Después las cuatro volvieron a sus casas….

(Nadie nunca supo que había pasado allí arriba…… entre las nubes….)

 

miércoles, 16 de diciembre de 2015

La ardilla Garramón y el pájaro Negro

Pues señor esto era, una vez, un jardín muy grande, muy grande….. tan grande era…. ¡que era imposible recorrerlo en un día!…… o dos…

Por aquel entonces sus habitantes estaban muy muy tristes. Desde hacía unos años estaban desapareciendo las ardillas. Y eso era muy muy serio. Porque si por algo era famoso el jardín era por las ardillas.

Todos estaban preocupadísimos…… como no hicieran algo ya no iban a venir los niños después del cole. Ni tampoco sus abuelos vendrían por la mañana a tomar el sol.

Las ardillas de aquél jardín eran de color marrón brillante y tenían una cola larga, larga…..como un plumero. Eran juguetonas y divertidas. Saltaban entre las ramas de los árboles más altos. ¡Era un estupendo espectáculo verlas por allí!

Juegan las ardillas a esconderse y a correr por los troncos de los árboles, y se persiguen y se ríen…..de verdad que yo creo que se ríen…

No sé qué comen las ardillas…… yo creo que juegan con las bellotas y con las piñas…. así que se las comerán…..digo yo!....

Pero el caso es que… cada vez había menos.

Un día de esos la ardilla Garramón, que era muy muy lista, pensó que algo pasaba y que tenía que descubrirlo.

Así que sacudió su estupenda cola larga, marrón y brillante (como la de todas sus amigas) y se fue hacia el mismísimo centro del jardín. Allí se puso a mover su cola y a hacer aspavientos con sus manos.

Y entonces…..ocurrió.

De pronto salió de entre los árboles un pájaro negro enorme, con un pico… monumental. ¡UY, daba…..un frio verle!

El pájaro desplegó sus alas negras negrísimas y fue directamente hacia Garramón, que se quedó quieta quieta…..Entonces con su tremendo pico agarró a la ardilla por la cola y ¡se la llevó lejos, lejos!....no que no era muy lejos….Es que con el susto, Garramón pensó que la llevaba fuera del jardín….pero no, era allí al lado.

Resulta que había un árbol enorme que se había quedado hueco por dentro….y allí fue donde tiró el pájaro negro a la ardilla. Y ¿sabéis lo que pasó? Que Garramón se encontró con cientos de ardillas que estaban allí….llorando y no sabían qué hacer.

Entonces Garramón les dijo que pararan de llorar y que había que trabajar para salir de allí. Que llorar no arreglaría nada.

Así que se pusieron a atar sus colas unas con otras y fueron subiendo por dentro del árbol, mientras Garramón les iba animando: ¡arriba, arriba!, gritaba.

Cuando ya casi habían llegado a la entrada del agujero del árbol, Garramón trepó sobre ellas y salió como pudo. Luego fueron haciéndolo las demás….las que salían tiraban de la siguiente y así todas.

Luego se escondieron y cuando apareció el pájaro negro se fueron a por él……aunque no le pillaron porque se puso a volar y ya no hubo manera.

Al día siguiente salió el sol y los niños y sus abuelos volvieron a sonreír: ¡el jardín estaba repleto de ardillas!.

 

martes, 15 de diciembre de 2015

Los zapatos del metro

Pues señor esto era hace…….. poco tiempo, así como diez días, unos vagones del metro que llevaban a la gente de un lado para otro. Y sucedió que los zapatos no podían ni saludarse por lo deprisa que se movían ya que era una hora de esas que se llaman hora punta, o sea en esas horas en que más personas se mueven y caminan y corren y van a trabajar o al colegio o a lo que sea que vayan………..…

Pues el caso es que por fin pudieron situarse todos los viajeros con sus zapatos en el vagón, unos sentados y otros de pie…..… Y los zapatos se miraban unos a otros pues no se conocían mucho, aunque algunos eran de la misma marca y hasta del mismo color, y unos llevaban dentro calcetines y otros no….... y algunos eran botas de plástico para que no se mojaran los pies que llevaban dentro.……. y algunos hasta se pisaban entre sí, así poniendo un zapato encima del otro………… vamos como si les diera vergüenza que les miraran, y alguno hasta se quedaba sin pie dentro porque su dueño lo sacaba…………... uffff

Y así una vez sentados se contaron sus vidas pues, ya que como digo se miraban unos a otros, parecía que era mejor hablarse y contarse sus historias y sus caminatas………….

La zapatilla de deporte, que estaba en el segundo vagón del metro, fue la primera que se atrevió a hablar y lo primero que dijo fue: “¡Hola! ¿qué tal estáis?”- pues así ya con esta frase podéis comprobar que no era muy ingeniosa, aunque simpática sí era….

Los demás zapatos dijeron: - “Bien, bien…………”— y todos se callaron otra vez.

La zapatilla insistió: -“Pues yo que queréis que os diga, estoy hecha polvo, todo el día corriendo de acá para allá me tienen, y además que no me veo yo muy limpia ¿por qué? pues por lo visto, según dicen……… porque lo que se lleva son las zapatillas así como sucias o usadas…”

El zapato camper que estaba a su lado se movió un poquito con el fin de separarse y de que no le ensuciaran…… -“y de qué color dices que eres?”- dijo el camper en tono de suficiencia……

Zapatilla se dio cuenta de que con el camper no se podía hablar, era un cursi! Así es que se volvió hacia las botas katiuskas rojas que insistentemente la miraban y que estaban intentando hablar: “¡Hola!!” dijeron así muy alto…. “¡Hola!! Yo también llevo todo el día andando, es que hemos venido de turistas a la ciudad, por eso tampoco es que esté muy requetelimpia!!” dijo mientras guiñaba un lado…-“deseando estoy de que lleguemos al hotel y de que una vez limpita, me dejen descansar!!”

Zapatilla miró a Bota la mar de contenta, al fin podía hablar con alguien ¡!.

lunes, 14 de diciembre de 2015

El equipo de Bosbru

Autor: Bosco

Pues señor esto era que se era, un equipo de fútbol, bueno de fútbol de fútbol… lo cierto es que era un equipo de todo: fútbol, balonmano, rugby y hasta balón prisionero…….. pues eso, de todo, o sea que era un equipo de un grupo de amigos que jugaban a todo.

El jugador estrella se llamaba Bosbru, al que se le daba bien todo, siempre ganaba o sobresalía…. Era la bomba!!!

Lo cierto es que no todos eran muy amigos, pues a uno de ellos siempre le regañaban los demás, pues igual que Bosbru hacía todo bien pues el otro no sabía hacer nada, pero nada nada……… o al menos eso es lo que parecía……

Y ¿qué pasaba? Pues que estaba un poco marginado, la verdad …. Y ¿qué pasó? Pues que un día de triste que estaba por no haber metido un gol de penalti se hartó y decidió que ya no volvía más a los partidos.

Entonces los demás jugadores se dieron cuenta de que faltando él, dejaban ya de ser un equipo, y hasta pudieron comprobar que había goles que no se metían, penaltis que se fallaban y cosas que él hacía sin que el resto de ellos se diera cuenta…………….. y entonces decidieron pedirle disculpas y él volvió al equipo y todos todos fueron amables con él.

FIN

jueves, 10 de diciembre de 2015

Alfonsina, la gallina

Autora: Paloma

Alfonsina era una gallina que vivía con su familia y amigos en una granja. Cuando cumplió los 10 años, se suponía que tendría que poner su primer huevo. Pero…. esperó, apretó, estrujó……. y nada, no salía nada.

Todas sus amigas le decían: yo ya pongo huevos…. yo ya pongo huevos. Y, claro, Alfonsina estaba harta de todas ellas.

Entonces tuvo una gran idea: como pronto vendrían los Reyes Magos pues les pediría….. ¡poner huevos!. La genial idea se la dio la galliabuela, según ella de pequeña le pasó lo mismo.

Así que, sin dilación, escribió la carta que decía: “Queridos Reyes Magos: este año ya cumplo 10 años y todavía no pongo huevos, si a alguna de vuestras gallinas les sobran huevos, yo podría cuidarlos. Un beso, Alfonsina…”

Pasó el tiempo y ¡por fin! llegó el esperado momento. Esa mañana a un lado de la cama se encontró Alfonsina con un huevo. De repente se rompió y de él salió el pollito más bonito que imaginarse pueda.

Alfonsina se alegró tanto, tanto… que casi se desmaya. Y le llamó Alfonsino, porque era un gallo.

Y vivieron felices, pero no comieron perdices…. ¡porque eran gallina y gallo!

Feliz Navidad



miércoles, 9 de diciembre de 2015

La piñata de Marta

Autora: Blanca

Érase una vez una niña llamada Marta pero todos la llamaban Martí.

Martí iba a cumplir cinco años y lo que más le gustaría tener es un libro de aventuras. Esa mañana era su cumpleaños.

Cuando se despertó gritó: ¡Es mí cumple...! Pero... Todo el mundo se había olvidado. O al menos eso es lo que ella creyó.

Entonces se levantó y fue a ver dónde se habían metido todos, pero no encontró a nadie. Luego pensó que seguro que se habrían ido a comprar su regalo: ese libro de aventuras que tenía en la portada un pirata vestido de rojo y verde que daba mucho miedo. Ella se lo había pedido a su madre para su cumpleaños, ¡seguro que no se habría olvidado!

Bueno, pensó, lo mejor sería irse otra vez a la cama y esperar a que todos entraran en su habitación y le cantaran el cumpleaños feliz.

Pero el tiempo pasaba y nadie venía. Ya casi era la hora de comer y Martí tenía hambre.

De repente pensó que si nadie la felicitaba se felicitaría ella misma: se acordó de una piñata que tenía muy vieja, muy vieja que nadie utilizaba, la colgó y cuando tiró de las cuerdas ocurrió algo increíble: de la piñata fueron apareciendo ¡toda su familia con ese libro que tanto quería!

Y todos dijeron: ¡FELICIDADES!





viernes, 4 de diciembre de 2015

El árbol de Navidad

Pues señor esto era, hace ya mucho tiempo así como treinta años, un jardín que tenía muchos chopos y un solo pino. Todos eran amigos aunque hay que reconocer que los chopos lo ponían todo lleno de hojas de color amarillo y marrón y así como beige…... y es que estaba a punto de llegar la Navidad, de hecho ya era el tres de Diciembre y lo que pasa con los árboles que se les caen las hojas en esta época de otoño y luego llega el invierno y no queda ni una, ni una hoja, y los pobres árboles se quedan así como desnudos y casi casi parecen las raspas de las sardinas, je je, pobres… a ellos no les importa mucho o por lo menos no les importaba……..

Al menos eso es lo que dice el chopo que muy serio mira al pino que está a su lado, bueno al pino, pues es el único que no es chopo en este jardín, y que como es un árbol de hoja perenne pues no se le caen las hojas…………

El caso es que Chopo está un poco extrañado pues Pino está demasiado contento, “Oye Pino - ¿Por qué estás tan contento?”- dice Chopo a Pino……..

“Uff Chopo porque ya se acerca la Navidad y como yo soy pino pues me adornarán con muchas bolas de colores”- y Pino decía esto así muy contento y moviendo todas sus ramas y hojas picudas…………

Chopo se quedó un poco triste la verdad, pues él también quería ponerse guapo en Navidad y participar de toda la alegría de la casa, así es que se lo dijo al pino y ambos pensando pensando decidieron hacer algo para solucionarlo.

Cuando llegó el jardinero con la escalera para colgar las bolas de colores y el espumillón en el pino, comprobó que el chopo estaba así como muy cerca del pino, y que cada vez que colgaba una bola las ramas del chopo se movían y empujaban la escalera y no sabía qué estaba sucediendo, pues él los conocía muy bien y desde que nacieron, y además que el jardinero era muy listo y quería mucho a todos los árboles pues les preguntó qué les pasaba:

Y Chopo le dijo – “que estoy muy triste pues yo también quiero adornarme con bolas bonitas en Navidad, y Pino dice que solo él, que para eso es pino”- y mientras decía esto lloraba así por todo su tronco de color marrón.

El jardinero pasó su tosca mano por el tronco tan suave por las lágrimas de Chopo ah! y por las de Pino que también quería ayudar a su amigo….

“De acuerdo árboles, pondré bolas a Pino y luces a Chopo. ¡Va a quedar genial!!!”-

Y eso pasó que el jardín era el más bonito de todos!!!!!!!



martes, 1 de diciembre de 2015

El tigre que perdió las rayas

Pues sí, esto era un día de diciembre en que en el Zoo nació un tigre chiquitín, o sea que era aún más pequeño que sus hermanos que nacieron al mismo tiempo que él, y claro como era más pequeño pues no le dejaban jugar a las cosas que sus hermanos jugaban, y era porque decían que eran peligrosas, y esto ofendía mucho a Tigretín, que así era como le llamaban, y le hacía llorar.

Un día cuando todos los tigres jugaban por la jaula grandota y los cuidadores ya les habían dado el desayuno, Tigretín se asomó a la jaula que estaba pegadita a la suya y vio a un elefantito que justo acababa de nacer.

Primero se asombró mucho, la verdad, pues le parecía que ese animalito vecino tenía una nariz muy grande y también unas grandes orejotas:

- “¡Alé! ¡qué nariz tienes!”- dijo Tigretín

- “¡Alé y tú qué de rayas tienes! Y ¡qué bigote!!- dijo el elefantito…

Y ambos se partían de risa pues cada uno tenía cosas raras para el otro.

Tigretín se quedó un rato quieto mirándose las rayas que tenía y miraba también al elefantito y… es verdad ¡tenía rayas en su piel! nunca se había parado en ese detalle, y además que el elefantito no tenía rayas, así es que se quedó pensativo:

- “¿Para qué valdrán estas rayas que tengo?” – pensó

Y sucedió que cerca de la palmera de abajo asomó su cabezota la serpiente Tadea, que era malísima por cierto, y que acercándose a Tigretín le dijo:

- “Es verdad ¡qué rayas más feas tienes! Ji ji”- dijo la serpiente Tadea

Tigretín se puso muy triste y casi casi comenzaba a llorar, entonces la serpiente Tadea le dijo torciendo los ojos así para un lado:

- “Si quieres yo te las puedo quitar…, total no te valen para nada…”-

Tigretín se lo pensó un ratito, bueno no mucho tiempo, apenas tres minutos….

- “Vale venga, quítamelas”- dijo Tigretín

Al tiempo que decía esto pensó que debería habérselo dicho antes a mamá y que igual su madre se enfadaba, pero enseguida se le fue de la cabeza tal pensamiento y solo pensaba en lo feas que eran sus rayas:

-“Venga, ya quítamelas anda…”- dijo Tigretín a Tadea

Tadea entonces le pisó una pata fuerte fuerte a Tigretín…. Pobrecito se puso a llorar y llorar… las lágrimas caían por todo su cuerpo y empapaban su preciosa piel rayada, y poco a poco empezaron a borrarse sus rayas y su piel se quedó igual igual que cualquier otro animalito… Tadea se alejó riendo y Tigretín estaba confuso, hecho un lío…

Se fue a su casita y cuando mamá le vio corrió a su encuentro y le abrazó fuerte fuerte mientras le decía:

- “¿Qué te ha pasado?”-

- “Que he perdido mis rayas mami, pensando que eran feas y que no servían para nada…. me oyó Tadea y me las ha quitado haciéndome llorar…. por favor ayúdame…. mírame cada vez me quedan menos rayitas……..”-

Mamá tigre le abrazó fuerte fuerte y le explicó para que servían las rayas a los tigres,

- “Nosotros vivíamos en Asia, y nuestras rayas nos sirven para ocultarnos entre los bambúes y entre todas las plantas que existen por esas tierras, y así nos protegemos de los malos que nos quieran atacar”-

Mientras mamá le abrazaba las rayitas volvieron a salir en toda la piel de Tigretín….

¡Qué guapo estaba otra vez el chiquitín!!

Elefantito asomó la cabezota mientras decía:- “¡siiii qué guapo estás…!”-