(Autora: Paloma S.V.)
Cuenta una leyenda que, en un país muy lejano
llamado Aeragón, vivía una niña llamada Irati.
A Irati le encantaba salir a pasear por la
playa... corría hasta llegar a los grandes acantilados situados al norte. A sus
padres no les gustaba que una niña tan pequeña se acercara tanto a aquellas
piedras tan altas, pues temían que se cayera y se hiciera daño. Pero… Irati no
se sentía pequeña y sabía que ella tendría el cuidado suficiente para no
acercarse demasiado al borde….
Así que un día, en una de sus escapadas al
acantilado, decidió pintar una raya “de seguridad” que no podría pasar para que
fuera imposible que se cayera….
Pasaron los meses, tres o cuatro…. no sé… el
caso es que Irati seguía yendo cada día a su lugar preferido…siempre siguiendo
la norma de no pasar la raya. Pero, un día, mientras se comía un bocata de
chocolate, vio a lo lejos una pequeña gaviota que sobrevolaba el cielo, poco a
poco, muy despacito, se fue acercando a ella y descubrió que no era como todas
las gaviotas que ella conocía… ésta era de un color especial, era ¡roja!
Tanta curiosidad le entró de repente que olvidó
todo el cuidado que debía tener en aquella zona rocosa…. salió corriendo hacía
donde estaba la gaviota y…. ¡se cayó!
Cuando se quiso dar cuenta de donde estaba…. o
qué era lo que había pasado… ¡ya no estaba en el acantilado donde pasaba todas
las tardes…ni siquiera estaba cerca del mar!, se encontraba en medio de lo que
parecía un poblado.
Irati tardó en reaccionar, pues aquel lugar no
le resultaba familiar…. no se parecía a ninguno en los que ella hubiese estado
y tampoco conocía nada similar. Allí las casas eran pequeñitas y todas hechas
de piedra y paja. Es más, los habitantes no parecían humanos, sino que eran ¡azules!
Así que una cosa tenía clara: que ya no estaba
en Aeragón… pero ¿dónde estaba entonces?
De pronto vio lo que parecía un niño que se
quedó quieto mirándola… ¡claro como no era azul!.... y preguntó por qué ella no
era de ese color. El niño se llamaba Will y enseguida se puso a hablar con
Irati. Le contó que ese sitio se llamaba Bahilo y que era un lugar muy especial
situado bajo el agua. Allí se podía respirar. Si quería volver a la superficie
debería conjurar un hechizo.
Uff!, pensó Irati, un hechizo…. con lo poco que
le gustaba a ella esos “rollos”. El caso es que el hechizo ese se encontraba en
el gran libro del mago custodiado por el peligroso y temido tiburón milenario….
según dijo Will poniendo una voz misteriosa, que a Irati le dio un poco de
risa…
Y como, según dijo el niño azul, en Bahilo
nunca pasaba nada interesante, Will decidió ayudar a Irati a volver a su casa.
Primero consiguieron un mapa antiguo, parecido
a esos de los piratas, donde se indicaba la localización del libro. El libro
era de un mago que debería estar en una cueva que se llamaba “Zululdaba” … o
algo así. En tres días podrían llegar, si no perdían el tiempo, de manera que en
un segundo se pusieron a caminar.
Menos mal que el camino no era peligroso ni
difícil. Además, lo mejor era que los niños se habían caído bien, lo que era
estupendo para no discutir y para que el camino no fuera aburrido.
Sin embargo, los problemas llegaron cuando se
encontraron al fin frente a la cueva esa llamada “Zululdaba” …. En primer lugar,
la entrada estaba rodeada por una espesa y pegajosa sustancia que impedía el
paso. Cuando consiguieron entrar ¡zas! pisaron una trampa que hizo saltar una flecha…
menos mal que no le dio a ninguno de los dos.
Por fin se encontraron con una puerta que tenía
un cartel que decía “no pasar peligro de muerte…. aquí está el tiburón
milenario”…. como os podéis imaginar los niños entraron… despacito, eso sí.
El tiburón ese milenario…. estaba dormido…. y
el libro mágico estaba a su lado sujetado por una especie de cadena que
terminaba amarrada a su cuello…… A los niños les dio la risa de los nervios que
tenían y, cuando ya casi tenían el libro en su poder, ¡zas! el milenario ese se
despertó….
La persecución fue “dura y difícil”, pero Will
e Irati lograron despistarlo y huyeron ¡con el libro en sus manos, claro!
Una vez fuera, buscaron un lugar seguro donde
poder conjurar el hechizo. Poco a poco un humo rojizo empezó a rodear a Irati y
poco a poco también la niña fue desapareciendo.
Irati le había regalado a Will un colgante que
ella llevaba en su cuello y Will le dio a ella una pulsera de cuero….
Irati se despertó en el acantilado, lejos
quedaba la raya que no debía cruzar…. Y en su muñeca derecha estaba una bonita
pulsera de cuero con una W grabada. Sonrió y como desperezándose se levantó y
volvió a casa pensando en que debería, alguna vez, volver a ese extraño pero
fantástico lugar llamado Bahilo y encontrar así a su amigo Will.