jueves, 29 de agosto de 2019

La leyenda de Irati


(Autora: Paloma S.V.)
Cuenta una leyenda que, en un país muy lejano llamado Aeragón, vivía una niña llamada Irati.
A Irati le encantaba salir a pasear por la playa... corría hasta llegar a los grandes acantilados situados al norte. A sus padres no les gustaba que una niña tan pequeña se acercara tanto a aquellas piedras tan altas, pues temían que se cayera y se hiciera daño. Pero… Irati no se sentía pequeña y sabía que ella tendría el cuidado suficiente para no acercarse demasiado al borde….
Así que un día, en una de sus escapadas al acantilado, decidió pintar una raya “de seguridad” que no podría pasar para que fuera imposible que se cayera….
Pasaron los meses, tres o cuatro…. no sé… el caso es que Irati seguía yendo cada día a su lugar preferido…siempre siguiendo la norma de no pasar la raya. Pero, un día, mientras se comía un bocata de chocolate, vio a lo lejos una pequeña gaviota que sobrevolaba el cielo, poco a poco, muy despacito, se fue acercando a ella y descubrió que no era como todas las gaviotas que ella conocía… ésta era de un color especial, era ¡roja!
Tanta curiosidad le entró de repente que olvidó todo el cuidado que debía tener en aquella zona rocosa…. salió corriendo hacía donde estaba la gaviota y…. ¡se cayó!
Cuando se quiso dar cuenta de donde estaba…. o qué era lo que había pasado… ¡ya no estaba en el acantilado donde pasaba todas las tardes…ni siquiera estaba cerca del mar!, se encontraba en medio de lo que parecía un poblado.
Irati tardó en reaccionar, pues aquel lugar no le resultaba familiar…. no se parecía a ninguno en los que ella hubiese estado y tampoco conocía nada similar. Allí las casas eran pequeñitas y todas hechas de piedra y paja. Es más, los habitantes no parecían humanos, sino que eran ¡azules!
Así que una cosa tenía clara: que ya no estaba en Aeragón… pero ¿dónde estaba entonces?
De pronto vio lo que parecía un niño que se quedó quieto mirándola… ¡claro como no era azul!.... y preguntó por qué ella no era de ese color. El niño se llamaba Will y enseguida se puso a hablar con Irati. Le contó que ese sitio se llamaba Bahilo y que era un lugar muy especial situado bajo el agua. Allí se podía respirar. Si quería volver a la superficie debería conjurar un hechizo.
Uff!, pensó Irati, un hechizo…. con lo poco que le gustaba a ella esos “rollos”. El caso es que el hechizo ese se encontraba en el gran libro del mago custodiado por el peligroso y temido tiburón milenario…. según dijo Will poniendo una voz misteriosa, que a Irati le dio un poco de risa…
Y como, según dijo el niño azul, en Bahilo nunca pasaba nada interesante, Will decidió ayudar a Irati a volver a su casa.
Primero consiguieron un mapa antiguo, parecido a esos de los piratas, donde se indicaba la localización del libro. El libro era de un mago que debería estar en una cueva que se llamaba “Zululdaba” … o algo así. En tres días podrían llegar, si no perdían el tiempo, de manera que en un segundo se pusieron a caminar.
Menos mal que el camino no era peligroso ni difícil. Además, lo mejor era que los niños se habían caído bien, lo que era estupendo para no discutir y para que el camino no fuera aburrido.
Sin embargo, los problemas llegaron cuando se encontraron al fin frente a la cueva esa llamada “Zululdaba” …. En primer lugar, la entrada estaba rodeada por una espesa y pegajosa sustancia que impedía el paso. Cuando consiguieron entrar ¡zas! pisaron una trampa que hizo saltar una flecha… menos mal que no le dio a ninguno de los dos.
Por fin se encontraron con una puerta que tenía un cartel que decía “no pasar peligro de muerte…. aquí está el tiburón milenario”…. como os podéis imaginar los niños entraron… despacito, eso sí.
El tiburón ese milenario…. estaba dormido…. y el libro mágico estaba a su lado sujetado por una especie de cadena que terminaba amarrada a su cuello…… A los niños les dio la risa de los nervios que tenían y, cuando ya casi tenían el libro en su poder, ¡zas! el milenario ese se despertó….
La persecución fue “dura y difícil”, pero Will e Irati lograron despistarlo y huyeron ¡con el libro en sus manos, claro!
Una vez fuera, buscaron un lugar seguro donde poder conjurar el hechizo. Poco a poco un humo rojizo empezó a rodear a Irati y poco a poco también la niña fue desapareciendo.
Irati le había regalado a Will un colgante que ella llevaba en su cuello y Will le dio a ella una pulsera de cuero….
Irati se despertó en el acantilado, lejos quedaba la raya que no debía cruzar…. Y en su muñeca derecha estaba una bonita pulsera de cuero con una W grabada. Sonrió y como desperezándose se levantó y volvió a casa pensando en que debería, alguna vez, volver a ese extraño pero fantástico lugar llamado Bahilo y encontrar así a su amigo Will.



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