jueves, 29 de septiembre de 2016

Tino no quiere ser mascota


Pues señor esto era una vez un niño que se llamaba Tino.

Un día, por su cumple, Tino pidió a sus papás que le regalaran una mascota… un conejo, por ejemplo.

Y así pasó que, cuando llegó el día de su cumpleaños, le regalaron un conejo.

El conejo era blanco y tenía mucho pelo. Venía en una jaula de color azul, que tenía una puertecita para que entrara y saliera cuando quisiera el conejo. Y le puso de nombre Riki.

A Tino le gustó mucho y estaba todo el día jugando con él. Pero, no sé por qué a Tino le parecía que su conejo no era feliz. Así que, un día le sacó de la jaula azul y le dejó correr por el jardín de su casa.

El conejo Riki andaba todo el santo día dando vueltas y más vueltas… yo creo que buscaba una salida.

Y así debió ser, porque un día desapareció.

Tino se disgustó un poco, porque el conejo era muy bonito y a él le gustaba darle de comer zanahorias y más zanahorias… Y le gustaba, sobre todo, hacerle correr y que hiciera “monerías”… o sea que saltara desde una silla, que diera vueltas… ¡qué risa le daba a Tino!.

Así que se puso a mirar por todas partes para descubrir por donde se había ido su mascota.

Y entonces fue cuando vio un agujero pequeñito en la parte de atrás del jardín de su casa.



“¡Claro, por aquí se fue!” Y sin pensárselo dos veces ¡zas! Tino se metió por el agujero.

Y ocurrió que se deslizó por una especie de tobogán de tierra largo, largo… hasta que llegó a un lugar lleno de flores de colores y ¿sabes de qué?…. de ¡conejos, muchísimos conejos!.

Tino se quedó sorprendido hasta que de repente allí a lo lejos vio que estaba Riki. Entonces se acercó a él con la idea de preguntarle por qué se había ido, si él le quería un montón y además ¡era su mascota!.

Riki le dijo que él era un conejo, no una mascota. Tino no sabía que decir.

Y sucedió que un montón de conejos cogieron a Tino y le pusieron un lacito al cuello con un cascabel y luego se pusieron a decirle cosas como: ¡mascota: sube a esa piedra! ¡mascota: salta desde arriba! ¡da tres vueltecitas, mascota!.....jajaja, se reían los conejos.

Y luego vino una coneja, que debía ser la madre de los conejitos, y le empezó a dar, quisiera o no, zanahorias…

Tino estaba asustado y no hacía más que acordarse de su mamá y de su papá y de sus hermanos y de sus amigos…

Y entonces pasó que Riki se le acercó y le preguntó que si no estaba contento de ser su mascota. Tino se puso a llorar y le dijo que a él no le gustaba nada ni esconderse, ni saltar….¡¡¡ni siquiera las zanahorias!!!!. Entre lágrimas dijo que él no era una mascota ¡que era un niño!.

Así que Riki le quitó el lacito del cuello y miró para otro lado.

Tino se puso a dar vueltas hasta que encontró el agujero por donde había entrado y se deslizó otra vez por aquel tobogán hasta que llegó al jardín de su casa.

Allí estaba su mamá buscándole: “¿pero dónde te habías metido Tino?, estaba preocupada”.Tino no dijo nada, sólo le dio un abrazo muy largo.

Papá preguntó a todos que si querían otra mascota. Tino contestó que no. Que a los animalitos también les gustaba estar con los suyos… no por ahí. Mamá se rio y pensó que su niño tenía razón.




 

No hay comentarios:

Publicar un comentario