jueves, 29 de septiembre de 2016

Tino no quiere ser mascota


Pues señor esto era una vez un niño que se llamaba Tino.

Un día, por su cumple, Tino pidió a sus papás que le regalaran una mascota… un conejo, por ejemplo.

Y así pasó que, cuando llegó el día de su cumpleaños, le regalaron un conejo.

El conejo era blanco y tenía mucho pelo. Venía en una jaula de color azul, que tenía una puertecita para que entrara y saliera cuando quisiera el conejo. Y le puso de nombre Riki.

A Tino le gustó mucho y estaba todo el día jugando con él. Pero, no sé por qué a Tino le parecía que su conejo no era feliz. Así que, un día le sacó de la jaula azul y le dejó correr por el jardín de su casa.

El conejo Riki andaba todo el santo día dando vueltas y más vueltas… yo creo que buscaba una salida.

Y así debió ser, porque un día desapareció.

Tino se disgustó un poco, porque el conejo era muy bonito y a él le gustaba darle de comer zanahorias y más zanahorias… Y le gustaba, sobre todo, hacerle correr y que hiciera “monerías”… o sea que saltara desde una silla, que diera vueltas… ¡qué risa le daba a Tino!.

Así que se puso a mirar por todas partes para descubrir por donde se había ido su mascota.

Y entonces fue cuando vio un agujero pequeñito en la parte de atrás del jardín de su casa.

martes, 27 de septiembre de 2016

La vaca encima del perro y el corazón del amor


Título: La vaca encima del perro y el corazón del amor

Autora: Sofía, 6 años

Pues señor érase una vez una granjera que tenía un montón de animales.

Pero a los que más quería era a una vaca y a un perro. Pero pasó que ellos se llevaban muy mal.

Entonces, un día, el perro se cayó y se hizo mucho daño y la vaca se reía de él.

Pero pasó que la vaca, de tanto reírse, se tropezó y se cayó encima del perro. Y, de pronto, apareció el corazón del amor (que estaba en otras casas ayudando a los niños a hacerse amigos) y ¡claro! desde aquel momento la vaca y el perro se dieron cuenta de que tenían que ser muy amigos.

FIN


viernes, 23 de septiembre de 2016

Sorpresa!


Título: Sorpresa!

Autor: Bosco, 10 años

La noche transcurría lentamente, tanto que en momentos parecía como si las manecillas del reloj no se movieran, no giraran como deben hacerlo, y es que había una fiesta de un muy amigo suyo.

Y lo que pasó entonces fue increíble.

Mientras iba caminando hacia la fiesta, se perdió en el bosque tras seguir a una señora que a él le pareció su madre, mas cuando se quiso dar cuenta ya no había vuelta atrás…..

No tenía otro remedio………… siguió andando bosque adentro y después….. ¡bum!!!!Bu!!!!

Fue entonces cuando descubrió que todo no era más que una broma de sus amigos!!!!

Al fin lo pasó genial en la fiesta!!!!  Y todo fue superbién!!!

FIN

lunes, 19 de septiembre de 2016

La urraca Camila


Pues resulta que en el jardín de la casa se instaló, hace ya varios años, una urraca pica-pica.

Un día Camila, que así es como se llama esta urraca, estaba sentada o más bien deberíamos decir posada, sobre una rama del chopo ese, sí ese… ese… el más alto del jardín. Bueno pues estaba allí tranquilita esperando la hora de ir a comer algo, lo que fuera que ya sabéis que las urracas comen de todo gracias al pico ese que tienen, y que lo mismo les da comer carne, que fruta, insectos, pescado, cereales, y hasta  huevos, y carroña…. agggg , pues como digo estaba esperando cuando apareció un búho:

-“Hola señor Búho! ¿Qué haces por aquí a esta horas? ¿Te has despistado?- dijo Camila

El señor Búho que era muy creído, se volvió en plan despectivo y así como diciendo, bueno que lo dijo:

-“Oye pero tú ¿quién te crees  que soy yo?, yo nunca me despisto que para eso soy el símbolo de la inteligencia!”-

-Ah pues no lo pareces”- dijo Camila.

Y siguió: 

-“Y además que eso de ser muy listo lo tendrán que decir otros y no tú”-

El Búho no se podía creer que alguien le reprendiera, a él que era tan listísimo, así es que decidió poner a prueba a la urraca Camila, y le dijo:

-“Oye Camila sabes qué? he decidido que seamos amigos y para celebrarlo comeremos juntos, trae la comida que quieras….”- y esto lo decía mientras giraba la cabeza a la derecha y a la izquierda hasta 270 grados, persiguiendo a Camila con los ojos, uhhh casi daba miedo… o risa depende…

Y fue entonces cuando Camila recordó que los búhos comen de todo, pero cuidado que también pueden comer animales vivos, repasó mentalmente: peces, insectos, lagartijas, ratones….. creo que urracas no comen…. Vale comeremos juntos.

Y así fue como Camila y el búho se hicieron amigos.





 


lunes, 12 de septiembre de 2016

El pequeño velero


No sabía muy bien como era, no sabía si era grande o pequeño, de qué color, aunque parecía blanco, sí sí era blanco ……… bueno ni siquiera sabía si la vela era suficientemente alta para recoger el viento que le empujara mar adentro, pero si sabía que era un barco y que estaba en el mar al fin…………………… una mano diminuta acababa de depositarlo con sumo cuidado en el agua salada, (¡ salada pues era el mar claro!)

Y entonces comenzó a navegar, y notó como se alejaba de la orilla, la orilla que cada vez estaba más lejos y casi ya ni se distinguían las figuras de la gente… Un pez que al pequeño barco le pareció enorme, pegó un salto sobre él y otro salto y otro.

- “¡Ale pez que casi me hundes!”………… dijo el barco.

El pez ni le contestó, yo creo que no le vio, y menos mal que se alejó y lo dejó tranquilo………

Siguió navegando, un pájaro se posó un instante sobre el pequeño barco y aleteando casi le hace perder el equilibrio…

- “Eh pájaro no me vayas a hacer volcar que es mi primer viaje”-

- “Ah perdona”- dijo el pájaro sin apenas mirarlo, aleteó un poco y se alejó volando.

El barquito estaba empezando a cansarse así es que giró a la derecha y se puso así como en dirección a la playa, o sea que quería volver a la arena y estar un rato tranquilito. Y fue entonces cuando le cayó encima una pelota de color rojo, eso sí que lo vio bien, y notó que se aplastaba y que no podía evitar que el agua entrara por todas partes…. Ufff menos mal que aquella diminuta mano recogió al barquito y lo puso a secar….

Es que sabes?... Era de papel!!!! 




 

domingo, 11 de septiembre de 2016

La pamela de Doña Elvirita


Pues señor esto era una vez una señora (o señorita, que no lo sé muy bien) que se paseaba por el parque.

El parque estaba enfrente de la casa de una niña que se llamaba Dorita.

Dorita siempre iba a jugar a ese parque. Pilar, la portera de su casa, la miraba de vez en cuando desde el portal por si necesitaba algo.

Allí había columpios, balancines, toboganes, arena para hacer castillos y, sobre todo, niños como ella con los que jugar.

Dorita no tenía hermanos. Y no sería porque no se lo dijera a su papá y a su mamá. Todos los días, por la mañana, le decía a mamá mientras esta le hacía las trenzas: “mamá, mamá ¿por qué yo no tengo hermanos?” “¡mamiiiii (y pronunciaba muy fuerte la i) anda, ¿por qué no?!”.

Mamá le contestaba siempre lo mismo…. “porque no”. Y eso, la verdad, no era una contestación. Por lo menos es lo que siempre le habían dicho a Dorita. Pero debía ser que los mayores pueden eso… decir porque no, o porque sí… ¡qué morro!.

El caso es que, aquel día, Dorita cuando bajó al parque vio como una pamela grandísima pasaba por delante del parque… pasaba una y otra vez… hacia la izquierda, hacia la derecha….

Una pamela es un sombrero que tiene un ala muy muy grande. Pues bien, esta era, como te digo, gigante. Tan enorme era que no se sabía quien iba debajo.

Así que Dorita se quedó mirando fijamente y decidió ir a ver quien llevaba eso tan grande.

Se acercó sigilosamente (que quiere decir despacito y sin hacer ruido) y se agachó y miró: era una cara regordeta y colorada con una sonrisa de lado a lado… “¡hola!”, dijo la gran cara…. Y Dorita que era una niña muy, pero muy educada, le contestó: “hola señora, perdone, yo soy Dorita y vivo ahí enfrente y Usted?

“Y yo soy Doña Elvirita, tú me dirás”, dijo alguien debajo de la pamela….

”Buenos días… he visto su pamela, tan grande, y me he dicho: pues voy a ver como es por dentro”.

“Pasa, pasa que te lo enseño”.

Dorita dio un saltito cortito… ¡zas! y entró. Y lo que vio probablemente no se le podría olvidar mientras viviera.

Debajo de aquella pamela había una cara. Sólo una cara, con unas patitas pequeñitas, pequeñitas… que no podrías imaginar nunca que pudieran sujetar la redonda y gorda cara y ¡la pamela!, claro.

Pero allí dentro ¡había mucho más!.

En realidad era una casita con todo: cama, mesa, sillas… y hasta cocina!!. A Dorita le pareció tan bonita, tan bonita como la casita de muñecas de su prima Melita. ¡Bueno ésta mucho mejor, porque tenía alguien que vivía dentro… y en la de su prima no cabía ningún muñeco!.

Doña Elvirita, que había visto la cara de asombro de la niña, dijo que podía venir tantas veces como quisiera. Que allí estaría siempre esperándola.

Y eso pasó. Dorita ya nunca se sintió sola. Cada vez que quería jugar se iba corriendo al parque y cuando pasaba la gran pamela… ¡zas! se metía dentro y allí se quedaba un rato jugando a las casitas con Doña Elvirita.

Y colorín, colorado esta historia se ha acabado.

sábado, 10 de septiembre de 2016

El niño de la llave y la abuela Gadea


Pues señor, esto era una vez un niño que se llamaba Arturo… sí, sí, como ese rey tan famoso… el de los caballeros de la tabla redonda, el de Lancelot y Merlín… pues ese

Arturito –que así le llamaban- vivía con una tal Gadea, a la que todo el pueblo llamaba abuela (sin serlo) y que era muy pero muy mayor… y grande pero muy grande….

Tan grande era que no podía moverse del sillón. Y allí estaba la buena mujer, comiendo todo el día patatas fritas y chuches… muchas chuches.

Y como quiera que no podía moverse, pues tampoco podía abrir la puerta de la casa cuando llegaba Arturito… así que le dio una llave de la casa y se la colgó al niño de su cuello, para que él sólo pudiera abrir y cerrar la puerta.

Todo el mundo empezó a llamarle “el niño de la llave” por esa llave que le colgaba del cuello con una cinta roja enorme que le había colocado la tal Gadea.

Su papá y su mamá se habían ido a un país lejano donde trabajar y poder ahorrar dinero… algún día volverían… aunque Arturito no sabía cuándo. Así que todos los días al salir del cole se daba una vuelta por el barrio por ver si los veía venir.

Aburrido… terminaba por volver a casa, se quitaba la cinta roja y con la llave abría la puerta… casi, casi no hacía ruido y despacito se metía en su habitación. Pero Gadea siempre le oía… “Arturito, Arturito ven aquí y cuéntame que tal el día”.

Arturito iba, claro… pero con cara de mal humor. Y la falsa abuela (que ya he dicho que era grande… pero muy muy grande) alargaba su enorme mano y le retorcía el carrillo derecho como si fuera de goma. “¿qué, Arturito”, decía, “¿te has portado bien en el cole?”... “¡claro!”, decía el niño, “pues ale, vete a tu habitación y no me des más la lata….”

AY!! Como le hubiera gustado a Arturito tener a sus papás con él, o, al menos, tener un hermano o un primo… no sé, alguien cerquita que le quisiera y a quien pudiera contar todo lo bueno que le había pasado en el cole… lo bueno y lo malo ¡claro!… Pero no, pobrecito, estaba solo. Sus papás estaban por ahí, en el mundo, pero no a su lado.

viernes, 9 de septiembre de 2016

De hadas a brujas


Autora: Paloma 11 años

Pues señor esto era una vez seis hadas que siempre estaban juntas. Vivían en ese lugar que pertenece al mundo de la ilusión y la fantasía.

Como todas las hadas, ellas eran buenísimas, querían mucho a los niños y les ayudaban a ser felices.

Pero un día una de ellas empezó a decir que se aburría de ser buena. Las demás la miraron desconcertadas.

“¿Eso qué quiere decir, que vas a ser mala?”, dijo el hada de la alegría. “¡OH no!” dijeron todas, “¡eso es imposible, dejarías de ser hada!”.

“Uy, uy, uy…” decían todas, yendo de un lado para otro y chocándose del lío que tenían…

“Bueno… -dijo el hada de los sueños que era la que había dicho que se aburría- ¿qué os parece si probamos? ¡lo mismo es divertido ser malas!”

“Vale -dijo el hada de la generosidad- pero sólo un ratito ¿eh?”

Y entonces sucedió que el hada de los sueños se convirtió en la bruja de las pesadillas, la de la alegría en la de la tristeza, la de la generosidad en la de la avaricia, la de la diligencia en la de la pereza, la del estudio en la de la vagancia, y la de la verdad en la de las mentiras.

Pero ahí no terminaba todo… es que los niños empezaron a llorar por las noches porque sus sueños eran feos y oscuros; y pasó que todos estaban tristes y discutían entre sí… y ya no se ayudaban ni se mostraban amables unos con otros… y eran unos niños vagos… ¡los últimos de la clase!. Y lo peor: ¡empezaron a ser mentirosos!.

Así que todos aquellos niños divertidos, simpáticos, colaboradores, estudiosos, que nunca mentían y que compartían sus cosas con los demás, se volvieron niños insoportables de los que todo el resto de la clase intentaba apartarse y no jugar nunca, nunca con ellos.

Entonces las hadas se miraron y comprobaron que se habían vuelto brujas. Sus caras estaban llenas de verrugas y sus ropas eran negras y sucias… sus manos tenían unas uñas largas, largas… ¡que daban un asco….!.

El hada de la alegría, que antes tenía una ropa llena de colores, se dio cuenta de que aquello no estaba siendo nada divertido. Pegó un grito, llamó al resto y les gritó: “¿No os dais cuenta de lo feas y oscuras que nos hemos vuelto?... y los niños ¿no veis que ahora son tristes, mentirosos y maleducados?. Vamos, volvamos a ser hadas, volvamos a donde nunca debimos salir……”

Y todas se miraron y… dando un enorme salto lograron regresar al mundo de la fantasía y la ilusión.

Y los niños volvieron otra vez a soñar cosas bonitas por la noche, a jugar con sus amigos, a ser simpáticos y trabajadores y, sobre todo, a no decir mentiras nunca, nunca.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

jueves, 8 de septiembre de 2016

El niño del flotador


Autor: Manuel, 6 años

Érase una vez un niño en una piscina con un flotador. La piscina estaba muy sucia y el niño, que estaba en la piscina, no se dio cuenta que habían quitado el tapón y… se fue por el desagüe.

Aunque el agujero del desagüe era muy pequeño, no se sabe muy bien como pudo colarse por él.

El caso es que ¡el niño disminuyó de tamaño y se hizo pequeñito!.

Y pasó que, cuando iba por las cañerías, se encontró a unos bichos rojos con puntos negros que parecían mariquitas.

El niño dijo, casi llorando, que quería volver a su hogar.

Los bichos le entendieron y, entre todos, le ayudaron a volver a su casa.

Al salir por el desagüe de la piscina se puso de pie, porque ya no había agua, y comprobó que volvía a ser tan grande como antes.

Cogió su flotador y se fue a su casa.

Y fin de la historia.


miércoles, 7 de septiembre de 2016

La mochila nueva


Autora: Paloma 11 años

En el cole de Ana casi todos los niños estrenaban mochila cuando empezaba el curso.

Aquel año Ana quería comprar una mochila enorme. Así que fue con su madre a una tienda y empezó a remover y remover en busca de la mochila más grande.

De pronto encontró una que le llamó mucho la atención. Era enorme en forma de casa y con ruedas. Enseguida la cogió y se dijo “¡que más se puede pedir!”. Así que la compraron y se la llevó.

Ya en casa la colocó delante de la cama y, con ansias y nervios, anduvo pensando y decidiendo si la abría o esperaba a que empezara el cole.

Finalmente se decidió por abrirla… y al hacerlo, de pronto, apareció dentro de una casa. La casa era igual que el dibujo de su mochila, así que decidió entrar en todas las habitaciones… bueno, en todas no, una de las puertas estaba cerrada y no conseguía abrirla. Aun así no parecía que hubiera nadie.

Pasó un rato y, como Ana estaba cansada, se quedó dormida. Al despertar, frente a ella vio a un niño y una niña que parecían asustados. Ana les explicó como había entrado en su casa y los niños (que dijeron que se llamaban Pila y Polo) le indicaron cual era la salida.

Pero Ana ya no quería irse… se lo había pasado tan bien, tan bien, que quería que los tres fueran amigos. Y así fue. Se hicieron tan amigos que todos los días entraba en la mochila-casa y pasaba la tarde con ellos.

Ana fue creciendo pero Pila y Polo no. Por eso, poco a poco, Ana fue olvidándose de ellos.

Pasaron treinta años. Ana tenía dos hijas. Tuvo un sueño y en él recordó la historia de Pila y Polo. Entonces, cuando despertó, fue al trastero de su casa y buscó aquella mochila. Luego se la regaló a sus hijas… y ellas harían lo mismo con sus hijos….

Pila y Polo conocieron a muchísimas personas. Hasta que hoy en día la mochila me pertenece a mí.

FIN


El General


Título: El General

Autor: Manuel, 6 años

Érase una vez un general que no le gustaba nada, nada tener enemigos pero, como era general, peleó en barcos y aviones y en tanques.

Un día le pegaron un disparo.

Un amigo-enemigo le ayudó. El general se sintió orgulloso de tener amigos y como era el general dijo que ya no habría más peleas.

Y ya todos estuvieron en paz.

Y fin de la historia.