Porque…
¿os habéis fijado que su cuerpo es largo y anda como si hiciera eses y como
lleno de anillos?... a mí por lo menos me lo parece.
Pues
el caso es que Marcelo tenía ganas de comer y pensó: “Pues me voy a la frutería
y me meto en una manzana”… Y eso hizo. Buscó la manzana más brillante que vio y
allí se metió... ¡Uy pero que rica estaba la manzanita! Marcelo se relamía y se
relamía.
Pero
hete aquí que el frutero Avelino le descubrió y le dijo: “¡Marcelo, te he
visto!... te has metido en una de mis mejores manzanas y ahora ya no la podré
vender. Tienes que pagarme”.
Pero
Marcelo no tenía dinero. Y entonces pensó “¿con qué le pagaré? Ya sé, dijo al
fin, con uno de mis anillos… ¡tengo tantos!”
Y
así pasó… que Marcelo le pagó con uno de sus anillitos… y Avelino se lo colgó
del cuello. Y todo el mundo le decía “¡UY Avelino, pero que anillito tan bonito
llevas en el cuello!”. Y Avelino tan contento.
Unos
días después Marcelo volvió a pasar por la frutería y esta vez lo que vio
fueron unas fresas enormes que parecían decir: “¡cómeme… cómeme..!” y claro el
gusanito no pudo contenerse y le pidió al frutero una fresa que fuera grande,
bien grande… para meterse dentro.
Marcelo
se metió dentro de la fresita… ¡ Uy pero que rica estaba la fresita!... y se
relamía y se relamía.
Avelino
le puso la mano hacia arriba para que le pagara. Y Marcelo pensó “bueno todavía
me quedarán 8 anillos” y se quitó otro anillito y se lo dio.
Pasaron
unos días y Marcelo volvió a tener hambre… y pasó por la frutería y lo que vio
fue un enorme racimo de uvas gordas y amarillas. No se pudo contener y de un
salto ¡zas! se metió en una de ellas.
Pero
Avelino le vio y corriendo fue y le dijo… “¡te he visto… tienes que pagarme!”.
Y Marcelo le dio otro anillo y pensó “bueno todavía me quedan siete anillitos”.
Y
Avelino tan contento con su collar de colgantes de anillos.
Lo
mismo volvió a pasar con una pera… pero cuando se fue a meter comprobó que no
podía llegar ¡le faltaban los anillitos de atrás y así no podía!...
Entonces
el frutero le dijo: “¡gusano, gusano loco…. ¿cómo andas gastándote aquello que
necesitas para vivir?”
Menos
mal que por allí tuvo la ocurrencia de pasar el gusanito-médico que ayudaba a
todos a curarse y lo cogió y se lo llevó a su casa. Allí le puso unos anillos
postizos y poco a poco Marcelo volvió a hacer eses con su cuerpo y a correr.
Y
además aprendió que hay que saber que no se puede maltratar a tu propio cuerpo.
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