lunes, 4 de enero de 2016

Los anillos del gusanito Marcelo y el frutero Avelino

Pues señor esto era una vez un gusanito que se llamaba Marcelo. Marcelo tenía un cuerpo con diez anillos… bueno como muchos gusanitos.

Porque… ¿os habéis fijado que su cuerpo es largo y anda como si hiciera eses y como lleno de anillos?... a mí por lo menos me lo parece.

Pues el caso es que Marcelo tenía ganas de comer y pensó: “Pues me voy a la frutería y me meto en una manzana”… Y eso hizo. Buscó la manzana más brillante que vio y allí se metió... ¡Uy pero que rica estaba la manzanita! Marcelo se relamía y se relamía.

Pero hete aquí que el frutero Avelino le descubrió y le dijo: “¡Marcelo, te he visto!... te has metido en una de mis mejores manzanas y ahora ya no la podré vender. Tienes que pagarme”.

Pero Marcelo no tenía dinero. Y entonces pensó “¿con qué le pagaré? Ya sé, dijo al fin, con uno de mis anillos… ¡tengo tantos!”

Y así pasó… que Marcelo le pagó con uno de sus anillitos… y Avelino se lo colgó del cuello. Y todo el mundo le decía “¡UY Avelino, pero que anillito tan bonito llevas en el cuello!”. Y Avelino tan contento.

Unos días después Marcelo volvió a pasar por la frutería y esta vez lo que vio fueron unas fresas enormes que parecían decir: “¡cómeme… cómeme..!” y claro el gusanito no pudo contenerse y le pidió al frutero una fresa que fuera grande, bien grande… para meterse dentro.

Marcelo se metió dentro de la fresita… ¡ Uy pero que rica estaba la fresita!... y se relamía y se relamía.

Avelino le puso la mano hacia arriba para que le pagara. Y Marcelo pensó “bueno todavía me quedarán 8 anillos” y se quitó otro anillito y se lo dio.

Pasaron unos días y Marcelo volvió a tener hambre… y pasó por la frutería y lo que vio fue un enorme racimo de uvas gordas y amarillas. No se pudo contener y de un salto ¡zas! se metió en una de ellas.

Pero Avelino le vio y corriendo fue y le dijo… “¡te he visto… tienes que pagarme!”. Y Marcelo le dio otro anillo y pensó “bueno todavía me quedan siete anillitos”.

Y Avelino tan contento con su collar de colgantes de anillos.

Lo mismo volvió a pasar con una pera… pero cuando se fue a meter comprobó que no podía llegar ¡le faltaban los anillitos de atrás y así no podía!...

Entonces el frutero le dijo: “¡gusano, gusano loco…. ¿cómo andas gastándote aquello que necesitas para vivir?”

Menos mal que por allí tuvo la ocurrencia de pasar el gusanito-médico que ayudaba a todos a curarse y lo cogió y se lo llevó a su casa. Allí le puso unos anillos postizos y poco a poco Marcelo volvió a hacer eses con su cuerpo y a correr.

Y además aprendió que hay que saber que no se puede maltratar a tu propio cuerpo.

 

 

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