Aquel
día iba a ser distinto.
Amaneció
con un sol espléndido. Un sol que empujaba a la luna, pues esta parecía
pretender quedarse para ver el panorama….
Perico
le dijo a su abuelo que era un buen día para hacer pompas. Todos cogieron sus
pomperos, los más grandes, cada uno de un color. Las niñas de color rosa y los
niños de color azul.
Ya
en el parque, todos lanzan pompas grandes que se chocan, saltan, explotan, se
desvanecen…. “a mí lo que me gustaría –dice Perico- es montarme en una pompa y
ver el parque desde arriba…..” “¿Sabes una cosa?”, dice el abuelo, “que tú
puedes hacer lo que quieras. Si te lo propones y trabajas por ello. ¡Hasta
subir en una pompa!”.
Y
Perico subió…..¡claro que subió!. Se metió dentro de la pompa más grande y
colocó sus manitas en sus paredes mientras se reía sin parar… la pompa empezó a
subir y dar vueltas… ¡qué bonito se veía todo desde arriba!. Todos aplaudían
entusiasmados.
Todos
terminaron haciendo lo mismo… ¡qué bien se lo pasaron!.
¿Sabes?,
dijo el abuelo, no hay que pensar en cuánto te cuesta conseguir alguna cosa…
sino en cuanto lo deseas… y ¡hacerlo!.
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