lunes, 18 de enero de 2016

El calendario y Manuel


Mamá tenía que haber cambiado ya el calendario…. es día 10 de enero y todavía estaba colgado el del año pasado.

Manuel miró despacio los días de la semana, pero no coincidían hoy no era sábado… ¡era domingo!

“¡La ultima casilla se ha equivocado!”, dijo Manuel, “¡el día está enfadado!”

Pero mamá no le oía. Así que Manuel cogió un rotulador y se puso a corregir los días.

Lo que el año pasado era lunes lo pasó a martes… lo del miércoles a jueves…. lo del sábado a domingo…. bueno y así lo de todos los días.

Cuando llegó a Febrero… se quedó extrañado.

¡El año anterior febrero tenía 28 días y este año tiene 29! ¿Cómo era posible?

“¡Mamá!”… gritó otra vez Manuel “¡corre ven… y mira lo que pasa!”.

“¿Qué ocurre, dijo mamá asustada, te pasa algo?”

“A mí no, mamá, al calendario, mira: el abuelo dijo que vendría el día 29 de febrero… y ese día no existe”.

“El calendario se ha equivocado, termina el 28 y el abuelo no se equivoca nunca”.

Mamá le dijo que es que este año era bisiesto.

“¿Bi… qué?”, preguntó Manuel.

“Bi-si-es-to” dijo mamá pronunciando fuerte cada sílaba.

“¡Ah!, y eso qué es?” preguntó otra vez Manuel

Mamá le dijo que un año bisiesto es el que tiene un día extra. O sea, todos los años tienen 365 días, menos los bisiestos que tienen 366. Y el día de más se le pone a Febrero. Por eso este mes tiene 29 días en lugar de los 28 días normales.

“¡Ah!”, dijo Manuel sorprendido, “pues ¿por qué yo nunca lo había visto?”

“Pues porque los años bisiestos aparecen sólo cada 4 años”, dijo mamá.

Manuel se quedó pensativo. Y mamá le preguntó que en qué pensaba.

Manuel le contestó: “¡En que vaya faena nacer el día 29 de febrero! ¿te imaginas solo tener cumples cada cuatro años?!”

Mamá se rio un montón y le dio un abrazote gordo.

Y luego se fue a colgar el calendario nuevo.

 

El sembrador de estrellas


Allá a lo lejos, pero muy lejos, y si el día era claro y una vez que saliera el sol, podía divisarse la tenebrosa imagen de dos árboles extraños, altos y con muchas ramas totalmente desnudas: sin una sola hoja en ellas. Daba igual que fuera invierno o verano nunca había hojas.

El color de sus ramas y de sus troncos era casi casi negro, de tal forma que todo el conjunto adquiría un aspecto francamente fantasmal.

Solo al acercarte esta impresión se desvanecía pues entre ambos arboles era posible distinguir una pequeña parcela que no tendría más de diez metros cuadrados. Allí, entre la tierra, brillaban con múltiples colores algunos objetos que no se sabía que eran, hasta que no te acercabas lo suficiente.

Esa fue la razón que movió a Bruno aquella noche, a subir la pequeña colina hasta los árboles desnudos. Lentamente se acercó dando un rodeo no sea que le viera alguien, aunque a nadie se veía.

Cuando llegó sintió frio, básicamente un frio intenso, mientras de la tierra lo que parecía salir eran luces de colores.

Le dieron ganas de salir corriendo, pero ya que estaba allí se acercó aún más. Fue entonces cuando vio que las luces tenían forma de estrella y que, de vez en cuando, salían de la tierra y volaban hasta el cielo que se llenaba por un instante de colores rosas, verdes, azules y hasta amarillos…….. y fue entonces cuando vio a un pequeño personaje vestido con un mono entre verde y azul y unas zapatillas negras.

El personajillo se acercó tímidamente a Bruno quien le saludó confiado:

“¿Qué tal estás?” dijo Bruno y continuó, dado que el personaje no contestaba, “Esto es muy bonito ¿lo plantas tú?”

Y contestó al fin el personaje: “Sí, es que un día me di cuenta que se estaban acabando las estrellas y algo tenía que hacer”

“Pues lo has hecho muy bien, dijo Bruno, y te doy las gracias pues yo antes de dormir siempre miro a las estrellas, mientras rezo mis oraciones de dormir.

“¡Pues me alegro!”, dijo el personaje, “¿quieres una estrella para ti solo?. Toma esta de color verde será la tuya, cuando la veas en el cielo acuérdate de mí” y de pronto desapareció……

Bruno se fue a casa un poco triste pero fue entonces cuando comprendió que la ilusión es así... Y dio las gracias antes de dormir…


viernes, 8 de enero de 2016

Un viaje en la feria

Como son las vacaciones de Navidad, cerca de casa, han montado una “feria”, bueno dos instalaciones de cochecitos que dan vueltas… A Gonzalo le encanta la “feria” y subir a los cochecitos y lo mismo se sube al tren que al bólido de carreras, o al de bomberos.

Aquella tarde se subió a un coche amarillo que parecía nuevo por lo brillante que estaba, por eso Gonzalo lo eligió el primero y eso que estaba solo en el viaje, es que era aún muy pronto y acababan de inaugurar la tarde.

Y entonces aquello empezó a dar vueltas y vueltas, subía la pequeña cuesta y bajaba y volvía a subir y bajar… y otra vez subía y otra vez bajaba….. Cada vez las mejillas de Gonzalo se ponían más y más coloradas, arreboladas, sus ojos brillaban y en cada vuelta decía adiós! adiós! adiós!..... sin que en ningún momento decayera la ilusión de su carita…. Entonces sucedió algo extraordinario, el cochecito se separó de la carreterita y comenzó a volar y llegó a las nubes.

Las nubes aplaudieron felices pues estaban deseando ver de cerca algo de la Feria, y alguna de ellas (las más pequeñas) se subieron al coche y aplaudían de puro contentísimas que estaban.

Gonzalo estaba encantado de llevar a las nubes en “su” coche así es que dio tres vueltas por el cielo, saludó al sol que estaba a lo lejos y las nubes se bajaron, y dieron las gracias a Gonzalo por el detalle que había tenido con ellas……. Ah y sorprendentemente nadie se dio cuenta del viaje……. Bueno solo las nubes claro!!!

 

jueves, 7 de enero de 2016

Perico quiere subier en una pompa de jabón

Los niños sonreían… y hacían pompas de jabón…. que subían y bailaban bajo el sol. Cuando explotaban aquello era como el arco iris… las pompas se multiplicaban y se hacían de colores brillantes, irisados… todos danzaban intentando coger alguna… pero ¡no había manera! ¡cómo se escabullían!.

Aquel día iba a ser distinto.

Amaneció con un sol espléndido. Un sol que empujaba a la luna, pues esta parecía pretender quedarse para ver el panorama….

Perico le dijo a su abuelo que era un buen día para hacer pompas. Todos cogieron sus pomperos, los más grandes, cada uno de un color. Las niñas de color rosa y los niños de color azul.

Ya en el parque, todos lanzan pompas grandes que se chocan, saltan, explotan, se desvanecen…. “a mí lo que me gustaría –dice Perico- es montarme en una pompa y ver el parque desde arriba…..” “¿Sabes una cosa?”, dice el abuelo, “que tú puedes hacer lo que quieras. Si te lo propones y trabajas por ello. ¡Hasta subir en una pompa!”.

Y Perico subió…..¡claro que subió!. Se metió dentro de la pompa más grande y colocó sus manitas en sus paredes mientras se reía sin parar… la pompa empezó a subir y dar vueltas… ¡qué bonito se veía todo desde arriba!. Todos aplaudían entusiasmados.

Todos terminaron haciendo lo mismo… ¡qué bien se lo pasaron!.

¿Sabes?, dijo el abuelo, no hay que pensar en cuánto te cuesta conseguir alguna cosa… sino en cuanto lo deseas… y ¡hacerlo!.

lunes, 4 de enero de 2016

Los anillos del gusanito Marcelo y el frutero Avelino

Pues señor esto era una vez un gusanito que se llamaba Marcelo. Marcelo tenía un cuerpo con diez anillos… bueno como muchos gusanitos.

Porque… ¿os habéis fijado que su cuerpo es largo y anda como si hiciera eses y como lleno de anillos?... a mí por lo menos me lo parece.

Pues el caso es que Marcelo tenía ganas de comer y pensó: “Pues me voy a la frutería y me meto en una manzana”… Y eso hizo. Buscó la manzana más brillante que vio y allí se metió... ¡Uy pero que rica estaba la manzanita! Marcelo se relamía y se relamía.

Pero hete aquí que el frutero Avelino le descubrió y le dijo: “¡Marcelo, te he visto!... te has metido en una de mis mejores manzanas y ahora ya no la podré vender. Tienes que pagarme”.

Pero Marcelo no tenía dinero. Y entonces pensó “¿con qué le pagaré? Ya sé, dijo al fin, con uno de mis anillos… ¡tengo tantos!”

Y así pasó… que Marcelo le pagó con uno de sus anillitos… y Avelino se lo colgó del cuello. Y todo el mundo le decía “¡UY Avelino, pero que anillito tan bonito llevas en el cuello!”. Y Avelino tan contento.

Unos días después Marcelo volvió a pasar por la frutería y esta vez lo que vio fueron unas fresas enormes que parecían decir: “¡cómeme… cómeme..!” y claro el gusanito no pudo contenerse y le pidió al frutero una fresa que fuera grande, bien grande… para meterse dentro.

Marcelo se metió dentro de la fresita… ¡ Uy pero que rica estaba la fresita!... y se relamía y se relamía.

Avelino le puso la mano hacia arriba para que le pagara. Y Marcelo pensó “bueno todavía me quedarán 8 anillos” y se quitó otro anillito y se lo dio.

Pasaron unos días y Marcelo volvió a tener hambre… y pasó por la frutería y lo que vio fue un enorme racimo de uvas gordas y amarillas. No se pudo contener y de un salto ¡zas! se metió en una de ellas.

Pero Avelino le vio y corriendo fue y le dijo… “¡te he visto… tienes que pagarme!”. Y Marcelo le dio otro anillo y pensó “bueno todavía me quedan siete anillitos”.

Y Avelino tan contento con su collar de colgantes de anillos.

Lo mismo volvió a pasar con una pera… pero cuando se fue a meter comprobó que no podía llegar ¡le faltaban los anillitos de atrás y así no podía!...

Entonces el frutero le dijo: “¡gusano, gusano loco…. ¿cómo andas gastándote aquello que necesitas para vivir?”

Menos mal que por allí tuvo la ocurrencia de pasar el gusanito-médico que ayudaba a todos a curarse y lo cogió y se lo llevó a su casa. Allí le puso unos anillos postizos y poco a poco Marcelo volvió a hacer eses con su cuerpo y a correr.

Y además aprendió que hay que saber que no se puede maltratar a tu propio cuerpo.