Aquel día el pequeño Parus, que así es como se llama el pájaro carbonero, tenía un hambre atroz. Resulta que con eso del virus la gente no salía a la calle y los niños no tiraban migas de sus bocadillos, pues con las mascarillas no podían comer y el Parus que normalmente se comía todas la migas que pillaba pues eso que ahora no había nada que comer…. bueno solo algunas plantas, así como muy pequeñitas.
Era ya de noche y fue cuando se encontró con su
amigo el herrerillo común al que todos llamaban Pepe.
- “Eh Pepe has visto la luna qué grande es
hoy?”
- “Sí”, dijo Pepe, “pero tengo tanta hambre que
no tengo fuerzas ni para mirar al cielo, por eso me he subido a esta jardinera
a ver si como algo”
- “Sabes qué? Que yo también tengo hambre, creo
que me voy a subir a la Luna a ver si allí hay comida… ¿te vienes herrerillo?
El herrerillo se lo pensó un poco y la verdad
es que le dio así como miedo de volar tan alto, y dijo “casi que no, yo te
espero aquí abajo, ya me contarás…”
El carbonero movió sus alas amarillas y extendió
su plumaje marrón caramelo y mirando despectivamente echó a volar derechito a
la Luna.
Cuando llegó se encontró con un lugar súper
aburrido, además no había hormigas, ni mosquitos, ni niños con bocadillos ni
nada, así es que recogió sus alas amarillas y se bajó de nuevo a la tierra, a
esperar que los niños de nuevo volvieran a los parques y comieran bocadillos
mientras se columpiaban, y así él se podría comer las migas que caían… y ¿sabéis
qué? que eso pasó enseguida.
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