Pues señor esto era una vez un niño que se
llamaba Pedro y que el día de su cumpleaños le regalaron un libro lleno de
dibujos y de historias, todas superdivertidas.
El caso es que Pedro se puso muy contento
porque a él (decía) le gustaban mucho los libros y este, además, tenía muchísimos
dibujos.
Pero… sucedió que Pedro dejó en la mesa su
libro nuevo, un día y otro…. y ¡claro! ya supondréis lo que pasó, pues eso, que
el libro se enfadó…. se enfadó tanto que cada día que Pedro no le abría se
volaba una letra, un día y otro y así hasta ¡veinte días completos!......
Cuando por fin Pedro decidió abrir el libro y
leerlo… faltaban tantas letras que era imposible hacerlo!!!.
Pedro se puso a lloriquear y a decir que
“alguien” le había robado las letras de su libro…..
Papá le dijo que lo que había pasado es que a
los libros no les gusta que los dejes por ahí, tirados, sin hacerles caso, ¡qué
hay que leerlos!. Y, si no lo haces, pues se van poquito a poco, letra a
letra…..
Así que, al día siguiente, Pedro recogió su
libro y, muy triste, fue reuniendo las letras que le quedaban e imaginando las
palabras que deberían aparecer……
Al cabo de los días Pedro “terminó” su libro… y
¡era tan bonito y le divirtió tanto! que, a partir de entonces, cada vez que le
regalaban uno nuevo lo leía y no lo abandonaba. Y, sobre todo, se dio cuenta de
la cantidad de cosas que aprendía con ellos.
Texto
y dibujos de Pedro y Rocío Velasco Solís
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