viernes, 25 de agosto de 2017

El gato que tenía los ojos grandes


Había una vez en un jardín, un gato de color gris que tenía los ojos grandes, pero muy muy grandes. Tan grandes los tenía que la gente lo confundía con un búho, por eso le llamaban Buhito.

Pues bien resulta que como Buhito tenía los ojos tan grandes pues veía más que los demás gatos y siempre ayudaba a todos a encontrar a los ratones pues con sus grandes ojos eso que lo veía todo. Así que todos vivían muy contentos y se ayudaban mucho entre sí, pero resultó que un día llego a la comunidad de gatos un gato negro enorme de grande, que quería mandar sobre todos los gatos que allí había:

-“Tú el rubio, sube a la escalera”

“Tú el pardo baja las escaleras”

“Tú el de los ojos ridículos, al estanque”.

Hablaba con tanta autoridad y tan alto que todos los gatos estaban asustados y le obedecían sin rechistar…..

Pero resultó que los ratones empezaron a hacer de las suyas, y como los gatos estaban asustados y solo se preocupaban de hacer caso al gato negro pues eso, que hacían lo que querían y se comían el queso de las casas y todo……

Un día Buhito reunió a los gatitos y les dijo:

-“No estamos haciendo bien nuestro trabajo, solo porque estemos asustados no es motivo para no hacer lo que debemos, ale! se acabó de estar asustados y tener miedo”

Todos los gatitos se dieron cuenta de que el miedo solo conduce a hacer las cosas mal y así fue como comenzaron a hacer lo que debían sin miedo y sin hacer caso del gato negro…..

 


jueves, 17 de agosto de 2017

Aquellas llaves


Berta (bueno en realidad su nombre era Rigoberta… por empeño de su abuela… pues el abuelo se llamaba así, ¡Rigoberto!, y por no desairarla pues le pusieron el mismo nombre). Pues el caso que ese año cumplía 12 y decidió realizar una promesa que se había hecho hacía ya cinco años: ir a la zona de las rocas del puerto a bucear a ver si fuera posible encontrar aquellas llaves….

Así que aquel mismo día cogió un autobús y se fue al pueblo norteño donde pasaba su infancia. El viaje era largo… cerró los ojos y se durmió. Inevitablemente se encontró con el sueño que tantas veces le había perseguido desde hacía ya cinco años: aquellas llaves….

“¡Berta ven, corre, que ha venido la tía Margarita a felicitarte!”. Era el 8 de agosto, de cinco años atrás, el cumple de la “Rigo” como la llamaba su tía…. A ella le gustaba y le daba la risa… ¡claro solo si era ella, su tía, la que se lo llamaba!.

Pues el caso es que aquel día, lejano ya, la abuela Lucía le contó una historia preciosa sobre un cofre lleno de dibujos que había en el desván de su casa. “Mira, le dijo la abuela, este es mi regalo” y puso un manojo de llaves sobre la mano de Berta. “Pero tienes que prometer que no abrirás el cofre hasta que no cumplas 12 años. Entonces podrás hacerlo. Espero que lo que encuentres te haga feliz”.

Berta apretó con fuerza las llaves en su mano y le dio emocionada un beso a su abuela. Su abuela era así. Siempre sorprendía con sus regalos ¡tan distintos a todos los demás!. ¡Era una suerte tenerla!.

“¡Claro abuela, eso haré!” Y le dio un abrazo tan grande que ¡casi la aplasta!.

Pero pasó que Berta metió las llaves en el bolsillo de su pantalón. Después llegaron los primos y todos se fueron al puerto a bucear y saltar las olas…..

Cuando llegaron a casa Berta se acordó de sus llaves. Pero en el bolsillo del pantalón no estaban. Y lloró, lloró tanto que su abuela le preguntó por qué estaba disgustada, así que Berta le dijo que había perdido sus llaves.

Y, en fin, el sueño terminaba de esa manera. Y como muchas veces, se despertó casi llorando.

Pero aquel día iba a buscarlas. Sí estaba segura que las encontraría.

El autobús paró en el pueblo siguiente. Y ¿sabéis quien subió allí?. Pues sí: su tía Margarita. “¡Que te creías Rigo que te iba a dejar sola con lo emocionante que va a ser!!”.

Rieron sin parar durante un rato. Berta se apretó a su tía como para protegerse y pensó que era la niña más afortunada del mundo por tener siempre a su familia a su lado.

Cuando llegaron al pueblo se fueron directamente a la casa de los abuelos a dejar sus trastos y a ponerse un traje de baño para ir al puerto. Casi no hablaban y todos sus movimientos eran súper-rápidos ¡tanta prisa tenían por encontrar las famosas llaves!.

Cuando llegaron al puerto tía y sobrina se quitaron la camiseta y el pantalón y sin pensárselo dos veces ¡zas! saltaron al agua.

Bajaron una y otra vez……. y ¡de pronto! sucedió algo impensable: al subir Berta miró hacia las rocas y casi le ciega algo brillante. Se acercó…. temblando y ¡Sí allí estaba el manojo de llaves!. “¡Tía, tía ven, corre que aquí están!”.

Lo que sucedió después es fácil de imaginar. Las dos corrieron hasta llegar a casa de la abuela. Una de las llaves abría la puerta de entrada. Otra abría el desván. Quedaban dos llaves: una de ellas abría un mueble y dentro ¡el cofre!.

Berta sujetó entre sus manos la última de las llaves y temblando metió en la cerradura la llave.

El cofre se abrió y allí apareció un paquetito y una carta.

“¡Lee, Rigo, corre!”, dijo la tía Margarita.

Y Berta leyó. “Mi querida, queridísima nieta. Hoy cumples 12 años. Es una edad preciosa. Por eso he pensado que te gustaría mucho tener estas cosas que te regalo. ¡Abre el paquete y disfrútalo tanto como yo lo hice!. Y sobre todo busca, no dejes de buscar en la vida aquellas cosas que ames y no hagas nada que de verdad no ames”.

“¡Y ¿ya está? dijo la tía Margarita que vio que la niña empezaba a llorar…. y eso es todo?... pues ya podía haber escrito más mi madre!”.

Berta sonrió se limpió sus lágrimas y abrió el paquete: allí apareció, todo en orden, una serie de fotos de la familia. Antiguas preciosas, de niños con lazos, de soldados, de señoras con mantilla….. y además un pequeño paquetito que contenía una sortija y un colgante.

“¡Póntelo!” dijo la tía. Y sí le quedaba perfecto: la sortija era su talla exacta y el colgante, de color verde vivo, le hacía resaltar sus preciosos ojos.

Tía y sobrina volvieron en el autobús…. casi sin hablar de lo emocionadas que estaban.


lunes, 7 de agosto de 2017

La escalera a ninguna parte


Aquél verano los primos se quedaron todos juntos a pasarlo en la vieja casa de campo del abuelo.

 –“Solo serán dos meses”- dijo mamá.

Lo cierto es que a todos les parecía muy bien, incluso hicieron sus maletas y mochilas con gran rapidez y, puestos de acuerdo, metieron palas, rastrillos y cubos como si la casa estuviera en la playa, que no estaba, que ya digo que estaba en el campo.

Llegaron así encantados y bajaron corriendo del coche grandote de papá, y apenas si se despidieron pues querían llegar cuanto antes a sus habitaciones, que estaban en el piso más alto de la casa donde el abuelo había colocado camas para todos, dijo….

Y sí, allí estaban las seis camas cada una con una colcha de un color distinto: azul, blanca, verde, rosa, amarilla y naranja…. Al fondo de la habitación había una escalera que subía hasta el techo y ya no se veía nada, por eso miraron al techo y cada uno se preguntaba para sí hasta donde llegaría dicha escalera…………….

Como era ya tarde se pusieron sus pijamas y se metieron en las camas, cada uno en el color que más les gustaba, se durmieron y empezaron a soñar…….

Y fue entonces cuando sucedió que para cada uno la escalera llevaba a un sitio diferente, a jugar, a cantar, a tocar la guitarra súper-bien, a saltar, a hacer fotos, a montar en bici sin ruedines, a hacer problemas de mates en un pis-pas,……….….incluso para tirarse de cabeza a la piscina y hacer largos interminables sin cansarse ni nada!!!!!!