Había
una vez en el tercer cajón de la mesa de estudiar, una caja que tenía así como
más de quince lapiceros. Cada uno de los lapiceros tenía un color distinto, a
ver si lo recuerdo verás: Negro, azul marino, azul clarito, verde claro, verde
oscuro, amarillo, naranja, marrón, rojo,…. bueno eso, que estaban todos los
colores, y entonces se pusieron a jugar, y salieron del cajón y llegaron a la
mesa y ¡zas! rodaron y rodaron y se cayeron al suelo, que lio!!!
Fue
entonces cuando al agacharme debajo de la mesa, con el fin de recogerlos todos,
descubrí una cueva que tenía una puerta pequeñita por donde entraban y salían
los lapiceros, bueno no solo los lapiceros también las gomas y de todo lo que
sirve para pintar y escribir. Intenté recogerlos y meterlos en el estuche
verde, pero no se dejaban volvían a saltar y a meterse por la puerta pequeñita
esa que os digo, en fin que me cansé y me fui a dormir que era ya muy tarde, y
estaba un poco triste por lo malos que habían sido los lapiceros conmigo, me
metí en la cama y apagué la luz.
Entonces
los lapiceros de colores hablaron entre ellos y pensaron que no se puede tratar
mal a la gente, que hay que ser obedientes y decidieron poquito a poco meterse
en la caja de colores en orden, así de más oscuro a más clarito y hasta que se
ordenaron todos, y se colocaron al lado de la mochila…… Y eso fue lo que pasó
que decidieron ser buenos.
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