Pues
señor, aquel domingo Tolita se levantó mucho antes que de costumbre. ¿Y por qué
sería si no había cole?, pues muy fácil, era porque el día antes le había dicho
a su mamá que el domingo empezaría a ser ordenada.
Así
que, la noche antes a aquella mañana, Tolita puso el despertador. Era redondo,
de color rosa y representaba una cara sonriente…. La música para despertar
cantaba eso de: “despierta mi bien, despierta… mira que ya amaneció…” mientras
la carita sonriente abría y cerraba los ojos y la boca hacía como que cantaba.
Tolita
abrió un ojito y luego otro, estiró sus brazos y dijo eso de “¡Ah Ah Ah!” no sé
cuántas veces… mientras se pensaba si se levantaba o no….. Pero sí, se levantó
porque lo había prometido. ¡De hoy no pasaba para empezar a eso de ser
ordenada!
Pegó
un salto y ¡casi se cae al tropezar con los patines que había dejado por ahí
tirados! “¿Ves tú?, dijo de pronto el despertador, esto te pasa por no haberlos
dejado en su sitio”.
La
frase, como os imaginareis, no era suya era justo lo que le hubiera dicho su
mamá en ese momento. Así que, aunque al principio se asustó, se río un poquito,
hizo como que no lo había oído y siguió apartando todo lo que tenía por el
suelo.
Después,
sin hacer ruido, empezó a recoger lo que estaba “fuera de su sitio” porque,
como dice siempre su abuela, “todo tiene su lugar y, si después de usarlo lo
devuelves a su sitio, no te costará nada ser ordenada….” ¡Uy, pero esto no lo
dijo su abuela! ¡otra vez el despertador volvió a soltar una parrafada!. ¡Qué
pesadito se estaba poniendo!.
Tropezó
con la mochila del cole… abierta y con todas las cosas esparcidas por el
suelo…. “otra cosa que deberías hacer cada día, antes de ir a la cama…. ordenar
la mochi”. Esta vez ni le miró al despertador… total ¿para qué? Si iba a estar
dándole la murga hasta que terminara.
Así
que, de momento apartó todas esas cosas con un pie, mientras buscaba la puerta
de su habitación.
¿Os
sorprende, verdad?. A mí también me sorprendió muchísimo cuando me lo contó.
“¿Cómo - le dije - que no veías la puerta por culpa de todas las cosas que tenías
tiradas?. ¡Increible! Y ¿entonces qué hiciste?”.
Tolita
me contó que, en ese momento, se prometió así misma que si conseguía salir de
la habitación se volvería ordenada….
“¡Piensa
en un método, piensa en un método!”, repitió mil veces el despertador. Claro,
se dijo Tolita, un método eso será lo mejor… empezaría por ir poniendo cada una
de las cosas que se iba encontrando junto a otras del mismo orden, por ejemplo:
zapatos con zapatos; jerséis con jerséis; calcetines con calcetines; libros con
libros; juguetes con juguetes… Y así hasta conseguir tener todo colocado en
montoncitos… bueno más bien montonazos… que ¡la de cosas que había ido tirando
por el suelo!.
Y,
al fondo de todo aquel lío de cosas, vio ¡por fin! la puerta de su habitación….
¡Uff!, se dijo, menos mal!, ahora colocaré todo en el armario…. ¡en su
sitio!....
Tolita
oyó de lejos unos aplausos…. creo que eran del despertador.
(No
sé por qué Tolita recordó a Julio Verne y sus “dos años de vacaciones”….. aquellos
chicos que naufragaron y consiguieron, con inteligencia y valor, sortear todas
las dificultades con las que se encontraron.)
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