Pues
señor esto era una vez una niña que se llamaba Curra. A Curra le gustaba
muchísimo leer. Leía cuentos de todo tipo de risa, de llorar, de aventuras, de
todo.
Un
día su abuelo le regaló un libro de esos que se abren y aparecen un montón de
dibujos que se mueven… o sea que los puedes mover tú con una especie de palito
que sale por abajo.
Pero
pasó que a Curra no le gustaban los cuentos con tanto dibujo…. vamos que lo que
a ella le gustaba de verdad era leer e imaginarse los lugares por donde
transcurría la historia.
El
caso es que dejó por ahí el libro (no sé muy bien por dónde) sin hacerle caso.
Y
sucedió que un día un niño, que estaba jugando con su perro, encontró un cuento
encima de un banco del parque. Drolas, que era como se llamaba el niño, miró el
libro y miró también alrededor por si acaso alguien se lo había dejado sin
darse cuenta. Pero no vio a nadie. Entonces se sentó en el banco y abrió el
libro.
Y
¿sabes lo que pasó?: ¡el libro se desplegó y apareció una especie de gnomo con
un gorro rojo que se puso a hablar!. “Céntimo”, que así dijo que se llamaba el
enano, le dio las gracias a Drolas por haber abierto el libro…. porque así él
podría ver el mundo y, a cambio, le contaría todas las historias que sucedían
dentro.
Al
niño le pareció bien…. aunque pensó que tendría que buscar al propietario del
libro, pues estaría muy pero que muy triste por haberlo perdido… ¡tan bonito
era!.
Así
que le dijo que, dado que él era un “ser fantástico” y que, como todo el mundo
sabe, tenía que “custodiar tesoros”, que eso es lo que hacen los gnomos, pues
que tendría que ayudarle a buscar al niño que lo perdió.
Mientras
tanto Curra andaba preocupada porque no sabía dónde estaba el cuento. “Vaya,
pensó, ahora me preguntará el abuelo que si me ha gustado y no voy a saber qué
decirle”. Así que se puso a cavilar donde podría haberlo dejado.
De
repente se acordó que el día anterior había estado en el parque jugando con
Manu y con Ángel. “A ver” -dijo para sí- “fuimos a correr por el sendero de las
flores…. después bebimos agua en la fuente que hay en el centro…. ¡ya sé -dijo
casi gritando- dejé el libro sobre un banco que hay al lado para que no se
mojara! y después…. después nos fuimos corriendo a casa porque se hacía tarde y
olvidé el libro”
Curra
llamó a Paty y se fueron las dos corriendo a buscarlo.
Al
mismo tiempo Drolas había estado pensando como buscar al dueño del libro.
Céntimo dijo que lo mejor sería no moverse del lugar donde le habían dejado….
pues lo normal es volver al sitio donde uno ha estado…. cuando pierdes
algo…¿no?.
Cuando
Curra y Paty llegaron al parque vieron a lo lejos a un niño que hablaba con alguien muy
pequeñito. El gnomo, que es lo que parecía, estaba sentado sobre una especie de
arbolito que salía de un libro.
Las
dos niñas se agarraron de las manos y se acercaron despacio.
“Perdona
-dijeron al unísono- ese libro es nuestro…. es que ayer se nos olvidó y lo
dejamos ahí, sobre el banco….”
Drolas
miró a las niñas y dijo que se alegraba un montón de haber encontrado al
propietario del libro. Que era precioso y que deberían leerlo.
Entonces
fue cuando descubrieron a Céntimo con su gorro rojo y su nariz gorda que movía
las manos como saludando y dispuesto a contarles a todos el cuento. Y eso
hicieron.
Se
sentaron en el banco mientras el gnomo les iba pasando las hojas del libro y,
cambiando la voz, les iba contando todo lo que pasaba en el bosque donde él
vivía.
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