La propia Sofía (dentro de
poco 6 años) lo dictó….
A
Sofía le gustaba esconderse…. cada vez que iba a casa de la abuela se metía en
el armario grande que había en la habitación del fondo.
Un
día era la hora de comer y la niña no aparecía, ¡Sofía!, gritó la abuela, ¡ven
a comer!…. pero nada, que la niña no venía.
¡Ya
estamos otra vez!, pensó la abuela.
Fue
entonces al armario, como de costumbre, corrió la ropa colgada de un lado para
otro, pero la niña no estaba…. ¡Sofía, Sofía!, gritó de nuevo…..
(La
abuela sabía que Sofía estaba en el rincón que había detrás de la caja
transparente de las mantas… pero como a la niña le divertía… pues hacía como
que no la veía). Así que siguió llamándola.
Pero
aquel día la niña tardaba demasiado en aparecer. Así que sacó la caja de las
mantas y otra que había al lado con zapatos… ¡pero allí no estaba la niña!.
Lo
que sí había era una especie de puerta pequeñita, pequeñita con un pomo en
forma de corazón.
La
abuela nunca se había dado cuenta de eso que estaba allí. Y pensó que era
imposible que Sofi estuviera allí… ¡ni siquiera ella cabía por esa puerta”.
Bueno, dijo, veamos qué es lo que se puede ver.
Pero….
¡Uy lo que pasó!..... al poner la mano sobre el pomo, de pronto, la abuela empezó
a hacerse pequeñita, pequeñita… tanto disminuyó que ¡podía pasar por la
puertecita aquella!
Y
¡claro, ya te puedes imaginar! la abuela entró y lo que había era una especie
de jardín lleno de flores y muchos niños jugando y allí en el centro… ¡Sofía!.
La
abuela vio que la niña estaba feliz. Así que, como a todas las abuelas les
pasa, pues dejó que siguiera jugando otro rato más… ¡ya comería luego!.
Así
que se fue por donde había venido y al poner la mano en el pomo de la puerta
pues que volvió a ser tan grande como era.
(Bueno,
claro, al cabo de un rato volvió Sofía tan contenta y su abuela le dio un
beso.)
Y
colorín, colorado… este cuento se ha acabado.
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