miércoles, 23 de noviembre de 2016

¡Un niño gratis!


(a Blanca, 9 años, se le ocurrió)

Pues esto era una vez un pueblo donde no había niños. Todos sus habitantes menores de 50 años se habían ido a la ciudad. Y no es que lo pasaran mal, no, que bien divertido era jugar a las cartas, llevar las ovejas a pastar, montarse en el tractor, arar... y todo eso que se hace en el campo.

Los domingos, algunos, venían los hijos y los nietos y, después de oír Misa, se iban todos a correr y a saltar. Y por todas partes se oían gritos y risas y, sobre todo, eso de ¡abuelooooo!, ¡abuelaaaa!.

Los vecinos del pueblo miraban embobados a sus descendientes con la barbilla apoyada en el bastón… y, cuando se iban, decían adiós con la mano y con lágrimas en los ojos.

Lo cierto es que aquellos habitantes de aquel pueblo se sentían... solos.

Un día apareció por el pueblo un coche, así como viejo, que tenía un altavoz en el techo. Alguien dentro del coche gritaba: “¡Un niño gratis, un niño gratis! ¡lo nunca visto!”.

Y luego: “¡el increíble hombre bala!”..... pero ya nadie escuchaba…. solo pensaban en lo del niño ¡gratis!.

Anselmo, el del bar, salió corriendo por el pueblo y fue llamando a todos: “¡Tomás, Luis, Benito, María, Rosita…..! ¡vamos venid todos que tenemos que hablar!!!”.

Ya reunidos en la plaza del pueblo, Anselmo les enseñó a todos aquel papel que decía: “NIÑO GRATIS”. “¿Qué os parece si vamos todos y nos traemos un niño cada uno? ¿os imagináis como cambiaría nuestro pueblo?”.

Todos aplaudieron mientras pensaban en lo que sería tener, como hacía mucho tiempo, un montón de niños corriendo por el pueblo, cantando en la Escuela……. “Sí, como antes, como antes” decían todos.

Aquel día todos los habitantes del pueblo se arreglaron como si fueran a ir de boda, o sea: guapísimos. Y se fueron a donde el espectáculo iba a empezar. En la cola de la taquilla estaban nerviosos. Por fin abrieron y todos pagaron su entrada y solicitaron “un niño gratis, por favor”….. menos Benito y Rosita que pidieron niña, porque nunca habían tenido una…….

El de la taquilla se moría de risa, “¿cooomo? preguntó. ¿Están ustedes de broma? ja ja”

Imaginaros la cara que se les quedó.

De todas maneras entraron a ver al hombre bala…… vestido de blanco con estrellitas….. y a los personajes de star wars…. mientras se miraban un poquito avergonzados y tristes…..

El caso es que hay quien dice que la publicidad es información.



 

martes, 22 de noviembre de 2016

El Armario de Sofía


La propia Sofía (dentro de poco 6 años) lo dictó….

A Sofía le gustaba esconderse…. cada vez que iba a casa de la abuela se metía en el armario grande que había en la habitación del fondo.

Un día era la hora de comer y la niña no aparecía, ¡Sofía!, gritó la abuela, ¡ven a comer!…. pero nada, que la niña no venía.

¡Ya estamos otra vez!, pensó la abuela.

Fue entonces al armario, como de costumbre, corrió la ropa colgada de un lado para otro, pero la niña no estaba…. ¡Sofía, Sofía!, gritó de nuevo…..

(La abuela sabía que Sofía estaba en el rincón que había detrás de la caja transparente de las mantas… pero como a la niña le divertía… pues hacía como que no la veía). Así que siguió llamándola.

Pero aquel día la niña tardaba demasiado en aparecer. Así que sacó la caja de las mantas y otra que había al lado con zapatos… ¡pero allí no estaba la niña!.

Lo que sí había era una especie de puerta pequeñita, pequeñita con un pomo en forma de corazón.

La abuela nunca se había dado cuenta de eso que estaba allí. Y pensó que era imposible que Sofi estuviera allí… ¡ni siquiera ella cabía por esa puerta”. Bueno, dijo, veamos qué es lo que se puede ver.

Pero…. ¡Uy lo que pasó!..... al poner la mano sobre el pomo, de pronto, la abuela empezó a hacerse pequeñita, pequeñita… tanto disminuyó que ¡podía pasar por la puertecita aquella!

Y ¡claro, ya te puedes imaginar! la abuela entró y lo que había era una especie de jardín lleno de flores y muchos niños jugando y allí en el centro… ¡Sofía!.

La abuela vio que la niña estaba feliz. Así que, como a todas las abuelas les pasa, pues dejó que siguiera jugando otro rato más… ¡ya comería luego!.

Así que se fue por donde había venido y al poner la mano en el pomo de la puerta pues que volvió a ser tan grande como era.

(Bueno, claro, al cabo de un rato volvió Sofía tan contenta y su abuela le dio un beso.)

Y colorín, colorado… este cuento se ha acabado.

lunes, 21 de noviembre de 2016

El cernícalo y la lechuza


Pues resultó que un día la lechuza Susa, se despertó antes de que anocheciera sin darse cuenta y vio con sorpresa que aún estaba despierto el cernícalo Vanti:

- “EHH Vanti!!”- gritó Susa desde la puerta de su caja nido “¿qué haces aún despierto?”-

- “No Susa, será que: ¡qué haces tú despierta ya! que te has adelantado, mira al cielo ¡aún no ha anochecido!”- dijo Vanti desde lo alto de su poste.

- “Es cierto”- dijo Susa mientras intentaba mirar al cielo- “bueno pues desayunamos juntos, y me cuentas como te ha ido el día”

Y eso hicieron, y al tiempo se contaron como estaba el campo, pues ya sabemos que estos dos pájaros se dedican a cuidar los campos de cereales, intentando que los topillos y otros animales semejantes no lo destrocen todo, y como el cernícalo trabaja de día y la lechuza de noche pues así consiguen entre los dos que el campo de cereales no desaparezca y se controle la existencia de esos topillos, que ya os digo que son muy traviesos y hacen túneles y levantan todo el trigo y la cebada y todos los cereales.

Y resultó que tanto y tanto hablaron que se les pasó la hora y cuando quisieron darse cuenta los tres topillos que estaban en la linde derecha de aquél campo, se metieron y levantaron todo el trigo que el labrador había plantado hacía apenas cinco días.

Puffff! ¡qué susto se dieron!

Rápidamente los dos amigos se lanzaron a la tarea y mientras cernícalo Vanti aleteaba y espantaba a los topillos malvados, lechuza Susa intentaba recolocar el trigo, cosa que resultaba muy difícil… y entonces fue cuando empezó a anochecer y los dos amigos se despidieron cansados y sudorosos por el esfuerzo realizado pero, la verdad, súper contentos de haber cumplido con su obligación.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Las horas del reloj


Lo cierto es que en todas las casas hay muchas horas que son números: eso pensó Bruno un día que estaba aburridísimo, ni deberes tenía…. bueno sueño sí que tenía… así es que comenzó a dar vueltas y vueltas por la casa y empezó a ver que había así como más de diez relojes con un buen montón de números.

Fue entonces cuando se dio cuenta de la cantidad de números que había y comenzó a contarlos, unos eran pequeñitos pegados en los relojes que se ponen en las muñecas y otros así muy grandes en las esferas blancas que mamá mira tan a menudo por la mañana mientras dice eso de “Venga chicos que se hace tarde”, y bueno papá también lo dice, mientras se va hacia el coche………….

Pues el caso es que se fijó en que los números se paraban en el doce

“Anda pero si solo llegan al doce” 

El reloj de la cocina le miró y todos sus números revolucionados le empezaron a gritar:

“Eh! Bru! Que solo somos doce pero lo pasamos genial “

“Y además damos dos vueltas de día y de noche y de madrugada y al anochecer, “

“Sí es muy divertido” dijo el 3 que es muy trasto la verdad….

El 7 dijo que lo peor era tener que avisar al 6 para que le acompañara a despertarlos a todos por la mañana, y los demás también se explicaban y hablaban todos al mismo tiempo… qué lío!

Y Bru entonces un poco harto de los gritos de los números apagó la luz y se fue a ver la tele…………………….