miércoles, 26 de octubre de 2016

La bola de cristal y el jardín de las niñas-duende


Escrito con la colaboración de Sofía (6 años) y Paloma (11 años)

Pues señor esto era una vez dos hermanas gemelas que eran muy muy iguales, tan iguales eran que nadie, nadie las distinguía, vamos que no sabían nunca con quién estaban hablando.

El caso es que a ellas les daba mucha risa.

Uy!, que no os he dicho como se llamaban. Pues una era Pila y la otra Pola. Yo no sé por qué las llamaron así… yo creo que para fastidiar. Porque a ver ¿siendo tan iguales pues que les hubieran llamado igual ¿no?.

Ah, bueno claro, que entonces hubiera sido más lío….

Pero es que, además, cuando nacieron su mamá comprobó que eran “mágicas”. Sí, sí que hacían cosas que nadie antes había hecho. Por ejemplo: las dos tenían una estrellita en la frente que se encendía por la noche. Así que las dos niñas aprendieron a leer muy pronto y todo gracias a la estrellita que les iluminaba los cuentos.

Y también… también sabían consolar… sí, sí, ayudar a las otras niñas cuando estaban tristes… y les cantaban canciones ¡que ellas sabían un montón!.

Un día su mamá encontró una bola de cristal encima de la cama de las niñas. Era una bola de esas que tienen dentro arbolitos, o casas, o algo así y que si les das la vuelta caen cositas blancas y todo se pone de ese color, como si hubiera nevado.

Era tan bonita que no pudo resistirse a darla vueltas y más vueltas para mirar como caía la nieve. Los trocitos blancos caían sobre unos personajes que había dentro de la bola. Y, de pronto, ¿sabes lo que pasó? pues que a la mamá le pareció que ella conocía a algunos de esos personajes de la bola. “¡No, no, se dijo, no puede ser!”. “Pero…. ¡se parecen tanto!”.

Como supongo que ya lo habrás adivinado… pues sí, dos de los personajes eran Pila y Pola. ¡Como saltaban, reían y bailaban dentro de la bola entre los copos de nieve!.

Mamá dejó la bola de cristal, con mucho cuidado, sobre la mesita que estaba en la habitación de las niñas y se fue despacito. Cerró la puerta y esperó a que las niñas volvieran de su aventura.

Al cabo de un rato oyó a las niñas que estaban hablando en su habitación. ¡Bien, ya están de vuelta!, pensó y se fue a hablar con ellas.

“¡Hola mami!”, dijo Pila o Pola, no sé, una de las dos. “¡Hola mis niñas! ¿qué tal lo habéis pasado?” .

Pila y Pola se miraron como diciendo ¡nos han pillado!.

Total que se lo contaron a mamá.

Y a mamá le sonó conocido. O sea que ella ya lo sabía.

El caso es que, dijeron las dos niñas a dúo, pues que el otro día cuando fuimos a casa de la abuela Daniela y subimos al desván, pues nos encontramos la bola de cristal esa… la de la nieve… y nos pareció preciosa. La abuela dijo que nos la podíamos quedar pero que te preguntáramos antes a ti. Y… no lo hicimos porque nos dio miedo que tú no quisieras…

Mamá se puso seria, aunque no mucho y las niñas se quedaron mirándola fijamente. Debía ser algo muy gordo porque mamá casi nunca ponía esa cara.

“Mis niñas, escuchadme: hace tiempo, mucho creo yo. Tenía yo entonces la misma edad que vosotras ahora. Vino a nuestra casa desde América un primo de vuestro abuelo que se llamaba Hugo.

El tío Hugo me puso en la mano esa bola y me confió un secreto: las niñas de la familia que nacían con una estrella en la frente serían duendes y durante un tiempo tendrían la suerte de poder ayudar a los demás niños.

Por eso puso en mis manos esa bola de cristal. De la misma manera que vosotras habéis entrado, así lo hice yo. Por un tiempo, sólo hasta cumplir siete años, podréis llevar a la bola a aquellos niños que lo necesiten. Pero hay una condición: tendrá que ser en sueños. Tendréis que esperar a que ellos y vosotras estéis dormidos. Eso lo podéis hacer porque vosotras ¡sois duendes! “

Pila y Pola se miraron y sonrieron. La verdad es que ellas lo habían imaginado. Así que tenían una larga lista de niños a los que ayudar: a niños tristes, aburridos, mal educados, vagos… a todos les ayudarían. Y lo harían dándoles la mano y entrando con ellos en la bola de la nieve.

“Sólo tengo que deciros algo más, cuando cumpláis siete años perderéis esos poderes y, entonces, tendremos que guardar la bola hasta que otra niña de la familia nazca con una estrella en la frente”.

Y así pasó.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.




 

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