Escrito con la colaboración de
Sofía (6 años) y Paloma (11 años)
Pues
señor esto era una vez dos hermanas gemelas que eran muy muy iguales, tan
iguales eran que nadie, nadie las distinguía, vamos que no sabían nunca con
quién estaban hablando.
El
caso es que a ellas les daba mucha risa.
Uy!,
que no os he dicho como se llamaban. Pues una era Pila y la otra Pola. Yo no sé
por qué las llamaron así… yo creo que para fastidiar. Porque a ver ¿siendo tan
iguales pues que les hubieran llamado igual ¿no?.
Ah,
bueno claro, que entonces hubiera sido más lío….
Pero
es que, además, cuando nacieron su mamá comprobó que eran “mágicas”. Sí, sí que
hacían cosas que nadie antes había hecho. Por ejemplo: las dos tenían una
estrellita en la frente que se encendía por la noche. Así que las dos niñas
aprendieron a leer muy pronto y todo gracias a la estrellita que les iluminaba
los cuentos.
Y
también… también sabían consolar… sí, sí, ayudar a las otras niñas cuando
estaban tristes… y les cantaban canciones ¡que ellas sabían un montón!.
Un
día su mamá encontró una bola de cristal encima de la cama de las niñas. Era
una bola de esas que tienen dentro arbolitos, o casas, o algo así y que si les
das la vuelta caen cositas blancas y todo se pone de ese color, como si hubiera
nevado.
Era
tan bonita que no pudo resistirse a darla vueltas y más vueltas para mirar como
caía la nieve. Los trocitos blancos caían sobre unos personajes que había
dentro de la bola. Y, de pronto, ¿sabes lo que pasó? pues que a la mamá le
pareció que ella conocía a algunos de esos personajes de la bola. “¡No, no, se
dijo, no puede ser!”. “Pero…. ¡se parecen tanto!”.
Como
supongo que ya lo habrás adivinado… pues sí, dos de los personajes eran Pila y
Pola. ¡Como saltaban, reían y bailaban dentro de la bola entre los copos de
nieve!.
Mamá
dejó la bola de cristal, con mucho cuidado, sobre la mesita que estaba en la
habitación de las niñas y se fue despacito. Cerró la puerta y esperó a que las
niñas volvieran de su aventura.
Al
cabo de un rato oyó a las niñas que estaban hablando en su habitación. ¡Bien,
ya están de vuelta!, pensó y se fue a hablar con ellas.
“¡Hola
mami!”, dijo Pila o Pola, no sé, una de las dos. “¡Hola mis niñas! ¿qué tal lo
habéis pasado?” .
Pila
y Pola se miraron como diciendo ¡nos han pillado!.
Total
que se lo contaron a mamá.
Y
a mamá le sonó conocido. O sea que ella ya lo sabía.
El
caso es que, dijeron las dos niñas a dúo, pues que el otro día cuando fuimos a
casa de la abuela Daniela y subimos al desván, pues nos encontramos la bola de
cristal esa… la de la nieve… y nos pareció preciosa. La abuela dijo que nos la
podíamos quedar pero que te preguntáramos antes a ti. Y… no lo hicimos porque
nos dio miedo que tú no quisieras…
Mamá
se puso seria, aunque no mucho y las niñas se quedaron mirándola fijamente.
Debía ser algo muy gordo porque mamá casi nunca ponía esa cara.
“Mis
niñas, escuchadme: hace tiempo, mucho creo yo. Tenía yo entonces la misma edad
que vosotras ahora. Vino a nuestra casa desde América un primo de vuestro
abuelo que se llamaba Hugo.
El
tío Hugo me puso en la mano esa bola y me confió un secreto: las niñas de la
familia que nacían con una estrella en la frente serían duendes y durante un
tiempo tendrían la suerte de poder ayudar a los demás niños.
Por
eso puso en mis manos esa bola de cristal. De la misma manera que vosotras
habéis entrado, así lo hice yo. Por un tiempo, sólo hasta cumplir siete años,
podréis llevar a la bola a aquellos niños que lo necesiten. Pero hay una
condición: tendrá que ser en sueños. Tendréis que esperar a que ellos y
vosotras estéis dormidos. Eso lo podéis hacer porque vosotras ¡sois duendes! “
Pila
y Pola se miraron y sonrieron. La verdad es que ellas lo habían imaginado. Así
que tenían una larga lista de niños a los que ayudar: a niños tristes,
aburridos, mal educados, vagos… a todos les ayudarían. Y lo harían dándoles la
mano y entrando con ellos en la bola de la nieve.
“Sólo
tengo que deciros algo más, cuando cumpláis siete años perderéis esos poderes
y, entonces, tendremos que guardar la bola hasta que otra niña de la familia
nazca con una estrella en la frente”.
Y
así pasó.
Y
colorín colorado este cuento se ha acabado.
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