jueves, 27 de octubre de 2016

El tiovivo del señor Chente


Pues señor esto era una vez una feria de esas que tienen muchos cacharritos para que los niños suban: caballitos, cochecitos de chocarse, motos y hasta una foca con una pelota en la boca.

El caso es que, aquel día, Pedrolas y Ochi iban con su abuelo de paseo cuando, allí al fondo, al final de la cuesta, vieron un tiovivo que daba vueltas y más vueltas, tantas vueltas daba y tan deprisa que, a veces, era como si desaparecieran.

Los niños sabían que, cuando se portaban bien, su abuelo les llevaba al tiovivo y se podían montar en un caballo, o en una moto o, mejor, en un cubo y daban vueltas y vueltas… eso era lo más divertido.

Cuando llegaron su abuelo dijo al señor de la feria: “deme dos viajes para los niños”… “¡abuelo, abuelo, mira!” casi gritó Pedrolas señalando un cartel que decía: “por cada tres viajes, un cuarto viaje mágico”.

La verdad es que los niños se habían portado muy bien, así que el abuelo decidió comprar tres viajes para cada uno y así les regalarían el cuarto viaje, el mágico.

En el primer viaje, Ochi y Pedrolas decidieron montarse en los caballos que tenían arriba una enorme pelota. Cada vez que la tocaban daba vueltas y más vueltas.

Para el segundo los niños se fueron corriendo a montarse en las motos de carreras. ¡Qué divertido!, hacían como que corrían y gritaban: “ruun ruun ruun”.

En el tercero se subieron al cubo con asientos. Cada vez que pasaban al lado del abuelo este hacía que diera vueltas y más vueltas… ¡qué risa les daba a los niños!. “¡Abu tírame la gorra!”, gritaba Pedrolas, y el abuelo les lanzaba su gorra que los niños cogían encantados del juego.

Y así una y otra vez hasta que paró el tercer viaje.

Y entonces el señor Chente (que así se llamaba el dueño del tiovivo) anunció: ¡comienza el viaje mágico, los que tenga el billete que se queden, los que no que se bajen!.

Pedrolas y Ochi enseñaron muy orgullosos su billete, nerviosos casi por ver de qué se trataba el viaje. Como les daba un poco de susto se sentaron los dos juntitos en un coche.

Y entonces empezó a sonar una música como de campanillas y todo se envolvió como en humo o no sé. El caso es que los papás y los abuelos no podían decir eso de “adiós, adiós” porque no se veía nada y no se sabía cuándo pasaban los niños.

Cuando terminó el viaje, los niños bajaron todos felices ¡habían visto a Alicia, la del País de las Maravillas y también al Mago de Oz y a Pulgarcito! ¡qué bonito había sido!.

“Pero, dijo el abuelo, contadme cuando les visteis”.

Y Pedrolas dijo que “pues cuando los mayores no podíais verlo”.


Al abuelo le pareció una buena explicación.

 
 

 
 

miércoles, 26 de octubre de 2016

La bola de cristal y el jardín de las niñas-duende


Escrito con la colaboración de Sofía (6 años) y Paloma (11 años)

Pues señor esto era una vez dos hermanas gemelas que eran muy muy iguales, tan iguales eran que nadie, nadie las distinguía, vamos que no sabían nunca con quién estaban hablando.

El caso es que a ellas les daba mucha risa.

Uy!, que no os he dicho como se llamaban. Pues una era Pila y la otra Pola. Yo no sé por qué las llamaron así… yo creo que para fastidiar. Porque a ver ¿siendo tan iguales pues que les hubieran llamado igual ¿no?.

Ah, bueno claro, que entonces hubiera sido más lío….

Pero es que, además, cuando nacieron su mamá comprobó que eran “mágicas”. Sí, sí que hacían cosas que nadie antes había hecho. Por ejemplo: las dos tenían una estrellita en la frente que se encendía por la noche. Así que las dos niñas aprendieron a leer muy pronto y todo gracias a la estrellita que les iluminaba los cuentos.

Y también… también sabían consolar… sí, sí, ayudar a las otras niñas cuando estaban tristes… y les cantaban canciones ¡que ellas sabían un montón!.

Un día su mamá encontró una bola de cristal encima de la cama de las niñas. Era una bola de esas que tienen dentro arbolitos, o casas, o algo así y que si les das la vuelta caen cositas blancas y todo se pone de ese color, como si hubiera nevado.

Era tan bonita que no pudo resistirse a darla vueltas y más vueltas para mirar como caía la nieve. Los trocitos blancos caían sobre unos personajes que había dentro de la bola. Y, de pronto, ¿sabes lo que pasó? pues que a la mamá le pareció que ella conocía a algunos de esos personajes de la bola. “¡No, no, se dijo, no puede ser!”. “Pero…. ¡se parecen tanto!”.

martes, 25 de octubre de 2016

La luna, las estrellas y el sol

Aquella noche había una fiesta en la playa.

Encendían hogueras y bailaba todo el mundo, los niños también aunque las hogueras de estos eran más pequeñitas y supervisadas, claro, por los mayores, los adultos como dice Olaya.

Y sucedió que en el cielo, las estrellas y la luna con ellas, estaban encantadas y bailaban y todo, mientras las puntas se doblaban así hacia delante y hacia atrás……… era divertidísimo!.

Pero se empezaba a hacer tarde y la luna muy seria dijo señalando las manillas de su reloj.

- “Vamos estrellas que es muy tarde y como llegue el sol vamos a tener un problema”-

Las estrellas se miraron unas a otras, esperando que alguna de ellas tomara la iniciativa, y…. mala idea…… error…… Siguieron bailando y no hacían caso y entonces la luna se enfadó mucho y advirtió que se iba del cielo, y como las estrellas ni la miraban siquiera se marchó…………

Y entonces fue cuando los niños y los adultos se pusieron a recoger todo, apagaron las hogueras y tras quitar la música, se fueron cada cual a su casa.

Las estrellas se asustaron mucho y llamaron a la luna, así bajito: “lunaaaa, lunaaaa!- Y entonces la luna que es muy buena recogió a las estrellas y allá a lo lejos comenzó a salir el sol……………

jueves, 13 de octubre de 2016

El Águila de los ojos tristes


Había una vez en las montañas, allá a lo lejos, donde ya quedaban muy pocas aves de las que se llaman águilas, una de estas aves que tenía los ojos torcidos para abajo, lo que sin duda le daba aspecto así como de cansada o mejor de estar muy triste; esto al menos es lo que pensó Gonzalo al verla, por eso y sin dudarlo se acercó por ver si necesitaba algo.

“Hola buenos días, ¿qué te pasa águila?, parece que estás triste, o al menos tus ojos lo están” preguntó Gonzalo.

“Hola” Contestó educadamente el águila “Gracias por preguntar! Pues sí, lo cierto es que estoy triste”

“Y ¿qué es lo que te pasa? Si quieres me lo puedes contar” dijo Gonzalo

Entonces el águila sin apenas contener el llanto comenzó a contar una historia con una voz muy triste, y mientras la contaba comenzaron a acercarse las aves que por allí cerca volaban y una a una fueron posándose cerquita y en círculo, y muy calladitas oyeron la historia:

“Pues me sucedió que hace casi ya cuatro días que se abrieron los cascarones de mis tres hijitos, y aparecieron tres preciosos aguiluchos de color clarito con el pico aún muy blandito. Yo estaba muy contenta y después de dejarlos en el nido tranquilitos y limpitos, eché a volar para traerles algo que pudieran comer”

“¿Y qué pasó entonces?” preguntó un jilguero.

“Pues sucedió que cuando llegué el nido estaba vacío, y mis tres preciosos hijitos no estaban”

Y al decir esto el águila cada vez estaba más y más triste, y lo mismo sucedía con todos los pájaros que la rodeaban, allí todos lloraban.

Y entonces fue cuando Gonzalo dijo que había que dejar de lamentarse y que lo que había que hacer era buscar a los tres hijitos del águila triste, y ordenó que cada pájaro volara en una dirección: Norte, Sur, Este y Oeste, y así fue como los periquitos fueron al Sur, las cotorras al Este, los jilgueros al Oeste y las dos águilas que aparecieron se fueron al Norte.

Después que se habían ido todos volando, Gonzalo cogió un poquito de papel celo y sujetó así hacia arriba los ojos del águila triste, hasta conseguir que los abriera un poco más y pudiera ver con claridad mientras le decía:

“Mira ahora ¿a que ves más que antes?”

Y el águila comenzó a ponerse contenta pues ya veía más clarito y avisó a todos los pájaros que acababa de encontrar a sus hijitos, mientras los abrazaba.

Y ya nunca más estuvo triste!!!


lunes, 3 de octubre de 2016

El Sol y los cuentos


Título: El Sol y los cuentos

Autora: Blanca, 9 años

Pues señor el caso es que un día unos niños estaban leyendo cuentos.

Eran cuatro niños, estaban todos sentados en las escaleras de su casa. El sol había salido y estaban todos tan calentitos.

Mientras tanto el sol… el sol estaba contento mirando a los niños y los cuentos tan bonitos que leían.

Pasó el tiempo y el sol no se iba… tan entretenido estaba leyendo por encima del hombro de los niños.

Y ¡claro! que no se hacía de noche… y los niños venga a leer y a leer… Y sus mamás: ¡a comer, que vengáis a comer!... y nada que los niños no subían a sus casas; ¡a dormir que vengáis a dormir!... y nada que los niños no hacían ni caso….

No venía la noche… y llegó un momento en que todo el mundo empezó a preocuparse.

No había día ni noche, sólo sol, mucho sol. Ni llovía ni nada y las plantas se pusieron mustias de sed que tenían y los niños dijeron al sol: ¡anda vete ya sol!... pero el sol dijo: “esperad a que termine este cuento tan bonito… anda….”

Menos mal que a uno de los niños, de repente, le entró hambre y sueño y mientras abría la boca se le cerraban los ojos. Entonces de golpe cerró el libro que el sol leía…

El sol se dio cuenta de que tenía que ser de noche y que la luna estaba a su lado enfadadísima y dando golpecitos en el suelo con su pie….

Entonces el sol pidió perdón y se fue corriendo, corriendo…

Aquel día los niños solo durmieron ¡3 horas!

FIN