Autora:
Sofía
Pues
señor esto era una vez una niña que se llamaba Sofía. A Sofía le gustaba mucho,
pero mucho, mucho, dibujar en su cuaderno. Pintaba barcos, aviones, hadas y
montones de perritos y gatitos… y también patos y pájaros…. bueno, en realidad
le gustaba dibujar de todo.
Un
día andaba Sofía pensando qué podría dibujar. ¿Dibujaría un avión, un tren… un
coche… un patinete o una bici…? Al final dibujó un gato, pero pasó que ese gato
no quería ser un gato, quería ser un pájaro. Así que pegó un salto y se salió
del dibujo.
La
niña se asustó tanto que pegó un grito y ¡claro! el dibujo también se asustó y
soltó un “sshhh” de esos de poner el dedo en la boca para decir ¡calla!. Y
siguió: “vale, me meteré en la hoja si me conviertes en pájaro, que es lo que
me gusta”. Sofía le explicó que, para llegar a eso, tendría que borrarle
primero… “bueno, ¡pues venga!” dijo el gatodibujo.
Así
que la niña, después de borrarle como gato…. lo convirtió en pájaro. Ya pintado
de pájaro el antes gato le guiñó un ojo mientras intentaba salir…… pero ¡no
podía! “¡Qué faena, qué faena!”... gritaba enfadadísimo. “¡Ahora estoy atrapado
en esta hoja de papel!”.
“A
ver -dijo Sofía- ¡que un dibujo es un dibujo!, o sea que no es de verdad y yo
no puedo hacer nada!”
A
Sofía le daba pena lo triste que se había quedado el pájaro y de nada valía que
le dijera una y otra vez lo guapo que estaba…. pues él quería ser de “verdad”.
Y
entonces ocurrió algo extraordinario.
En
el periódico se anunciaba un concurso de dibujos para niños y Sofía pensó que
su pájaro podría ganar y entonces ¡se pondría contento y ya no le importaría
seguir siendo dibujo!
Y
así pasó. Sofía presentó al concurso su dibujo. Pero no, no ganó. A pesar de
que el pájaro era precioso, lleno de colores y con un pico enorme en una… ¡cara
de gato con ojos verdes preciosos……!
Y
Sofía lloró, lloró tanto que hasta al dibujo le dio pena... y entonces dijo:
“Oye Sofía no llores más, que ya estoy contento de ser un dibujo y prefiero que
tú estés también contenta.”
Sofía
siguió pintando en su cuaderno y, eso sí, enmarcó su dibujo de gato-pájaro de
colores y lo colocó en una pared de su habitación.
Y
colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
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