Autora:
Sofía
Érase
una vez una niña llamada Elena. Un día, que Elena fue a la playa con sus
padres, se encontró con un pez muy bonito, tan bonito que todo el mundo le
miraba.
Elena
preguntó “¿puedo bañarme, papá?”, y sus padres contestaron: “¡sí, claro!”,
entonces fue corriendo y ¡zas! se metió de golpe en el agua y siguió al pez.
Luego
se dio cuenta de que se acercaba a una especie de castillo. ¡Efectivamente era
un precioso castillo de sirenas!. Elena entró y ¿sabéis que vio?... pues
¡claro! muchísimas sirenas.
Entonces
siguió nadando despacito para no asustarlas… pero una de ellas la vio y gritó y
gritó: “¡una humana, una humana!” Y todas las sirenas salieron como de estampida.
Pero
la niña siguió a las sirenas hasta un barco hundido y medio roto y oxidado. Y
pasó que no podía seguir respirando… pues llevaba ya un buen rato aguantando la
respiración. Entonces sucedió algo extraordinario: la sirena fue corriendo y le
lanzó una especie de polvos mágicos y con ellos pudo volver a respirar… y no
sólo eso ¡es que Elena se convirtió en una sirena!
Así
que ¡se hicieron amigas! Y se contaron cosas de su vida…. Cómo se llamaban (por
cierto que la sirena se llamaba Ana y tenía 8 años) y cosas así.
De
pronto Elena oyó unos gritos medio desesperados…. ¡era su padre que la llamaba
porque hacía una hora que se había ido!....
Así
que Ana volvió a echarle los famosos polvos por encima y así Elena se volvió a
convertir en humana.
Y
colorín colorado el cuento se ha acabado…. aunque el padre de Elena la echó una
enorme regañina por irse tanto tiempo por ahí….
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