lunes, 27 de marzo de 2017

Las pupilas y las cejas de Gonzalo


El día de los disfraces


Pues señor esto era hace un par de meses un día en que en el colegio de Gonzalo decidieron que había que ir disfrazados de héroes. Lo cierto es que los niños ni preguntaron nada más, todos pensaron, bueno lo pensaron y lo dijeron:

- “Que bien! disfraces! ¡ Que divertido!”-

Al tiempo que pensaban que, como siempre, mamá sabría de qué iba lo de héroes, pues a ellos lo que de verdad les divertía era lo de los disfraces, y les daba igual como se vistieran…. bueno igual igual…………..

Comenzaron a hablar entre ellos y quedaron en ir todos de superhéroes, o sea de Superman, de Ironman y de Spiderman.

Y así cada uno dijo en casa lo que habían decidido:

-“Mamá!” - entró Gonzalo corriendo en casa   -“Mamaá!!!!” –

-“Hola Gonzalo! ¿Qué sucede?”- dijo mamá.

-“Que el jueves tenemos que ir vestidos de héroes, y digo yo que será de superhéroes, ¿no?”-

Entonces fue cuando mamá le explicó lo que es un héroe, y le habló de gente que ayuda a otras personas y que se sacrifica por ellos, y le contó lo que hacían los misioneros, los bomberos, los militares, los policías y los médicos, y que eran personajes que existían de verdad, a diferencia de los superhéroes que son personajes de fantasía:

- “Ahhhhh!”- dijo Gonzalo.

Y enseguida llamó por teléfono a sus amigos y les fue explicando su plan que era que todos fueran vestidos de héroes de los de verdad.

Y esta es la razón por la que el jueves fueron vestidos de héroes “de verdad”.

viernes, 24 de marzo de 2017

Céntimo y el cuento que se perdió


Pues señor esto era una vez una niña que se llamaba Curra. A Curra le gustaba muchísimo leer. Leía cuentos de todo tipo de risa, de llorar, de aventuras, de todo.

Un día su abuelo le regaló un libro de esos que se abren y aparecen un montón de dibujos que se mueven… o sea que los puedes mover tú con una especie de palito que sale por abajo.

Pero pasó que a Curra no le gustaban los cuentos con tanto dibujo…. vamos que lo que a ella le gustaba de verdad era leer e imaginarse los lugares por donde transcurría la historia.

El caso es que dejó por ahí el libro (no sé muy bien por dónde) sin hacerle caso.

Y sucedió que un día un niño, que estaba jugando con su perro, encontró un cuento encima de un banco del parque. Drolas, que era como se llamaba el niño, miró el libro y miró también alrededor por si acaso alguien se lo había dejado sin darse cuenta. Pero no vio a nadie. Entonces se sentó en el banco y abrió el libro.

Y ¿sabes lo que pasó?: ¡el libro se desplegó y apareció una especie de gnomo con un gorro rojo que se puso a hablar!. “Céntimo”, que así dijo que se llamaba el enano, le dio las gracias a Drolas por haber abierto el libro…. porque así él podría ver el mundo y, a cambio, le contaría todas las historias que sucedían dentro.

Al niño le pareció bien…. aunque pensó que tendría que buscar al propietario del libro, pues estaría muy pero que muy triste por haberlo perdido… ¡tan bonito era!.

Así que le dijo que, dado que él era un “ser fantástico” y que, como todo el mundo sabe, tenía que “custodiar tesoros”, que eso es lo que hacen los gnomos, pues que tendría que ayudarle a buscar al niño que lo perdió.

Mientras tanto Curra andaba preocupada porque no sabía dónde estaba el cuento. “Vaya, pensó, ahora me preguntará el abuelo que si me ha gustado y no voy a saber qué decirle”. Así que se puso a cavilar donde podría haberlo dejado.

De repente se acordó que el día anterior había estado en el parque jugando con Manu y con Ángel. “A ver” -dijo para sí- “fuimos a correr por el sendero de las flores…. después bebimos agua en la fuente que hay en el centro…. ¡ya sé -dijo casi gritando- dejé el libro sobre un banco que hay al lado para que no se mojara! y después…. después nos fuimos corriendo a casa porque se hacía tarde y olvidé el libro”

Curra llamó a Paty y se fueron las dos corriendo a buscarlo.

Al mismo tiempo Drolas había estado pensando como buscar al dueño del libro. Céntimo dijo que lo mejor sería no moverse del lugar donde le habían dejado…. pues lo normal es volver al sitio donde uno ha estado…. cuando pierdes algo…¿no?.

Cuando Curra y Paty llegaron al parque vieron a lo lejos a un niño que hablaba con alguien muy pequeñito. El gnomo, que es lo que parecía, estaba sentado sobre una especie de arbolito que salía de un libro.

Las dos niñas se agarraron de las manos y se acercaron despacio.

“Perdona -dijeron al unísono- ese libro es nuestro…. es que ayer se nos olvidó y lo dejamos ahí, sobre el banco….”

Drolas miró a las niñas y dijo que se alegraba un montón de haber encontrado al propietario del libro. Que era precioso y que deberían leerlo.

Entonces fue cuando descubrieron a Céntimo con su gorro rojo y su nariz gorda que movía las manos como saludando y dispuesto a contarles a todos el cuento. Y eso hicieron.

Se sentaron en el banco mientras el gnomo les iba pasando las hojas del libro y, cambiando la voz, les iba contando todo lo que pasaba en el bosque donde él vivía. 


miércoles, 15 de marzo de 2017

Los lapiceros de colores


Había una vez en el tercer cajón de la mesa de estudiar, una caja que tenía así como más de quince lapiceros. Cada uno de los lapiceros tenía un color distinto, a ver si lo recuerdo verás: Negro, azul marino, azul clarito, verde claro, verde oscuro, amarillo, naranja, marrón, rojo,…. bueno eso, que estaban todos los colores, y entonces se pusieron a jugar, y salieron del cajón y llegaron a la mesa y ¡zas! rodaron y rodaron y se cayeron al suelo, que lio!!!

Fue entonces cuando al agacharme debajo de la mesa, con el fin de recogerlos todos, descubrí una cueva que tenía una puerta pequeñita por donde entraban y salían los lapiceros, bueno no solo los lapiceros también las gomas y de todo lo que sirve para pintar y escribir. Intenté recogerlos y meterlos en el estuche verde, pero no se dejaban volvían a saltar y a meterse por la puerta pequeñita esa que os digo, en fin que me cansé y me fui a dormir que era ya muy tarde, y estaba un poco triste por lo malos que habían sido los lapiceros conmigo, me metí en la cama y apagué la luz.

Entonces los lapiceros de colores hablaron entre ellos y pensaron que no se puede tratar mal a la gente, que hay que ser obedientes y decidieron poquito a poco meterse en la caja de colores en orden, así de más oscuro a más clarito y hasta que se ordenaron todos, y se colocaron al lado de la mochila…… Y eso fue lo que pasó que decidieron ser buenos.