(Autora: Sofía, dentro de 2
meses tendrá ¡6 años!)
Pues
señor cerca de mi casa había una señora que tenía muchos, muchísimos gatos.
Los
tenía de todos los colores: negros, grises, blancos, con manchas marrones… y
con mucho pelo o con poco pelo y hasta había uno que era ¡calvo!, de verdad, de
verdad de la buena!!!
Cerca
de casa, en el parque, hay un lago con patos, cisnes y peces ¡es muy
divertido!, todos los niños vamos a verlos y les echamos pan y ¡hasta palomitas
de maíz!.
Los
gatos nos miran desde la puerta de su casa todos juntitos y con cara de pena,
no sé pero me parece que a ellos les gustaría estar jugando también.
Un
día se lo dije a la dueña de los gatos, que se llama Micaela, y me dijo: ¡pero
niña como vas a meter a un gato en el agua, si a los gatos no les gusta nadar!.
Y ¿entonces? le pregunté a la dueña de los gatos ¿cómo se lavan?. Y ¡fíjate! me
dijo que se lamían con su lengua las patitas y luego por el cuerpo y que a eso
se le llama “atusarse”.
Un
día, uno de los gatos, uno pequeñito de color entre blanco y negro, se acercó a
mí como si quisiera que yo le cogiera. Así que ¡qué iba a hacer!, pues le cogí
y le puse un lacito azul para que estuviera guapo. El resto de gatos se
pusieron a maullar, que es como ellos hablan. Yo creo que todos querían que les
cogiera.
Miau,
miau, miau… decían y yo sin hacerles caso me llevé al chiquitín hasta el lago… y
¿sabes qué pasó?... pues que se escapó de los brazos y ¡zas! se metió él solito
en el agua. ¡Uy! qué contento estaba, empezó a jugar con los patitos y saltaba
y saltaba….
Pero
entonces sucedió que se acercaron también un montón de pececitos de colores,
hasta vino uno rojo gordito que le veo yo cada vez que voy a echarles pan para
que coman….
Y
pasó que el gatito estiró una de sus patas y ¡zás! le agarró y ¡qué susto, casi
se lo zampa!
Pero
no os preocupéis que no se lo comió, que sólo quería jugar. Yo creo que todos
los peces lo sabían porque hacían como si se partieran de la risa que les daba.
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