Pues
señor esto era una vez una niña que se llamaba Sofía y que todas las noches….
¡todas!... cuando se iba a la cama decía que no tenía sueño, que no quería
dormir.
Pero
un día apareció por allí un personaje pequeñito con una nariz redonda como una
bombilla. Se acercó a la cama de la niña y, colocando sus dos manitas
regordetas en la esquina de la cama, le gritó: ¡duérmete!
No
creáis que a Sofía le dio miedo el personaje…. ¡qué va!, se echó a reír un
montón, y le dijo: “¡pero tú quién eres para decirme nada!”.
“¿Cómo
que quien soy yo?... ¡pues el duende de los sueños!... y tú estás en la
habitación de los sueños…. ¿o no te has dado cuenta?”
Sofía
miró a su alrededor, poniendo los ojos en cada esquina de lo que, hasta
entonces, había pensado que era su habitación… pero ¡no lo era!. De pronto se
dio cuenta que su cama no era su cama, que era como una cosa de algodón… blanco
¡como una nube!... ¡eso, era una nube!.
¡Vaya
lío!, pensó Sofía, y “ahora ¿qué hago?”, se dijo. “¿Tú? ¡nada!, sólo dormirte
que es lo que deberías haber hecho hace una hora”
Sofía
no sabía si reír o llorar. Así que le miró al de la nariz redonda y le dijo
“vale duende, pues dime cómo”.
Y
entonces aquel duende de nariz de bombilla le contó bajito un cuento. Tan
bajito que yo no lo pude oír…. Así que no te lo puedo contar. Pero debió ser
tan bonito que Sofía se quedó dormida con una sonrisa en su carita.
Y
colorín, colorado…. este cuento se ha acabado… Aunque Sofía todos los días hace
como que no se duerme para ir a la habitación de los sueños a que, el duende de
la nariz redonda, le cuente un cuento.
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