miércoles, 26 de abril de 2017

La habitación de los sueños


Pues señor esto era una vez una niña que se llamaba Sofía y que todas las noches…. ¡todas!... cuando se iba a la cama decía que no tenía sueño, que no quería dormir.

Pero un día apareció por allí un personaje pequeñito con una nariz redonda como una bombilla. Se acercó a la cama de la niña y, colocando sus dos manitas regordetas en la esquina de la cama, le gritó: ¡duérmete!

No creáis que a Sofía le dio miedo el personaje…. ¡qué va!, se echó a reír un montón, y le dijo: “¡pero tú quién eres para decirme nada!”.

“¿Cómo que quien soy yo?... ¡pues el duende de los sueños!... y tú estás en la habitación de los sueños…. ¿o no te has dado cuenta?”

Sofía miró a su alrededor, poniendo los ojos en cada esquina de lo que, hasta entonces, había pensado que era su habitación… pero ¡no lo era!. De pronto se dio cuenta que su cama no era su cama, que era como una cosa de algodón… blanco ¡como una nube!... ¡eso, era una nube!.

¡Vaya lío!, pensó Sofía, y “ahora ¿qué hago?”, se dijo. “¿Tú? ¡nada!, sólo dormirte que es lo que deberías haber hecho hace una hora”

Sofía no sabía si reír o llorar. Así que le miró al de la nariz redonda y le dijo “vale duende, pues dime cómo”.

Y entonces aquel duende de nariz de bombilla le contó bajito un cuento. Tan bajito que yo no lo pude oír…. Así que no te lo puedo contar. Pero debió ser tan bonito que Sofía se quedó dormida con una sonrisa en su carita.

Y colorín, colorado…. este cuento se ha acabado… Aunque Sofía todos los días hace como que no se duerme para ir a la habitación de los sueños a que, el duende de la nariz redonda, le cuente un cuento.

 

miércoles, 19 de abril de 2017

El viaje de la golondrina blanca


Pues señor esto era una vez un niño que se llamaba Pedro al que le gustaban mucho, muchísimo los pájaros y sobre todo le gustaban las golondrinas.

En una esquina de la puerta de la casa de su abuela, Pedro vio un día una especie de bola redonda como de paja y barro y ¡de pronto!, de allí mismo, salió una cabecita de un pájaro blanco que hacía como que chocaba su pico contra algo….

La abuela de Pedro dijo que había que quitar aquello, que era un nido de golondrinas y que luego venían cada año y que ensuciaban todo. Pedro se puso triste…… a él le hubiera gustado ver aquel pájaro, que su abuela decía que era una golondrina, venir todos los años.

Así es que, antes de que su abuela cogiera una escoba y quitara aquel nido, Pedro cogió a la golondrina y se la metió en un bolsillo de su pantalón. Luego se fue corriendo a la habitación de su hermana pequeña y cogió una casita que tenía sobre la mesa.

Cuando nadie le veía Pedro colgó la casita de un árbol pequeñito que había en la terraza de la casa y metió dentro al pajarito…. Todos los días se acercaba despacito hacia donde estaba la casita y llevaba a su golondrina miguitas de pan mojadas en leche.

Un día la golondrina salió y moviendo su piquito pareció como si quisiera hablar. “¡Andá!, dijo Pedro, ¡pero si eres blanca, totalmente blanca!”. Y es que Pedro siempre había visto a las golondrinas así como de color negro…. bueno, algunas tenían manchas blancas…. pero muy pocas. ¡Pero esta era tan blanca!.

¡Y lo más sorprendente… habló!, que sí que sí. Bueno, en realidad fue como si hablara porque movía la cabecita y abría y cerraba el piquito como dándole las gracias a Pedro por todos sus cuidados.

Pedro estaba emocionado. Y entonces vio como salían a la puerta de la casa ¡tres pajaritos pequeñitos también blancos!. Todos parecían contentos y como si le sonrieran. La mamá golondrina estaba orgullosa de sus hijitos y ¡claro! quería que Pedro viera a sus recién nacidos.

Así que Pedro decidió ponerles nombre y los llamó Uno, Dos y Tres….. ¡así de fácil fue! Y a la mamá, como te puedes imaginar, le llamó pues eso ¡mamá!.

Cada vez que se acercaba a la casita del árbol, todos sacaban sus piquitos y los chocaban con la puerta…. ¡Pedro estaba tan contento con sus pájaros blancos!.

Pero pasó la primavera y el verano y ¡claro! llegó el otoño y empezó a hacer frío. Un día ya no se oyó el revoloteo de las alitas ni el chocar de los piquitos de los pajaritos…. Pedro se preguntaba qué habría pasado, donde estaban Uno, Dos, Tres y su mamá…. Y se fue corriendo a preguntar a su abuela…..

Y la abuela se lo contó: que las golondrinas viajan a Europa en primavera, cuando empieza el calor y tienen sus hijitos. Pero cuando empieza a hacer frío, en otoño, entonces levantan el vuelo y se van a África, para estar más a gusto.

“Pero, abuela, ¿y cómo va a dar de comer a sus hijitos la mamá?”. La abuela le contó que son tan listas las golondrinas que son capaces de dar de comer a sus polluelos mientras vuelan y que beben rozando el agua y se bañan también ¡sin dejar de volar!.

¡Qué triste se quedó Pedro!.... ¡casi hasta llora!. Pero la abuela le abrazó y le dijo que no se preocupara que la primavera que viene volverían y podría, otra vez, darles las miguitas de pan y conocería a más golondrinas que nacerían entonces.

 

(nota: la golondrina blanca es propia de zonas tropicales)