Pues
señor esto era una vez un avión que no era muy grande… bueno, era pequeño.
Aquel
avioncito era de un niño que se llamaba Pedro.
Pedro
había pedido aquel año a los Reyes Magos un avión. Pero ¡claro! él pensaba en
un avión enorme… un avión donde pudiera meter todos sus clicks, su balón de
reglamento….. ¡hasta subir él mismo con un poco de suerte!.
Pero
no fue así. El día 6 de enero por la mañana fue corriendo a ver qué había
pasado con su avión…. pero en el salón, que es donde ponen los Reyes Magos
siempre los juguetes, no se veía nada.
Bueno,
sí se veía, había un montón de paquetes…. todos pequeños ¡era imposible que
allí estuviera su avión!.
Su
papá le miró extrañado… Pedro siempre estaba alegre y era feliz abriendo
paquetes…. así que le dijo que qué le pasaba, que si no quería abrir todos los
paquetes que había por ahí con su nombre… ¡con lo que habían trabajado Sus
Majestades!.
Entonces
empezó a abrir cada uno de los paquetes….. hasta que llegó a uno que parecía un
pájaro… “¡un avión!, dijo Pedro,….pero pequeñito yo no podré subirme en el” “yo
creo papá que los Reyes me han engañado”… y se puso un poco mohíno.
Pero
papá le dijo que se animara que se iban los dos al parque de enfrente de casa y
jugarían con él….. “vale, dijo Pedro, medio lloriqueando”.
Así
que para allá que se fueron papá y Pedro con el avión bajo el brazo. Cuando
estaban ya en el parque, en la zona donde hay mucha arena, comenzaron a dar
vueltas a las hélices del avión. Papá dijo que había que esperar a que hubiera
una ráfaga de viento. Pedro no sabía muy bien por qué…. aunque enseguida se dio
cuenta cuando, de pronto, papá levantó el brazo y soltó el avión hacia arriba.
“Guau,
guau” dijo Pedro. Y es que era genial. El avión daba vueltas y vueltas, daba
giros y las hélices parecían….. un ventilador: ¡eso!.
“¡¡Cómo
sube papá, que avión más estupendo!!”
“¿sabes una cosa papi? ¡qué me encanta este avión! ¡qué suerte he tenido
con los Reyes Magos!
Papá
abrazó a su hijo y hasta se sintió un poco emocionado.