Autora:
Blanca, 7 años
Don
gato iba paseando y se tropezó. ¡Se le ha caído un diente!. Lo primero que
pensó fue ¡qué bien!, por fin va a venir el Ratón Pérez…
Pero,
mientras lo pensaba, se dio cuenta de que él era un gato….y los gatos se comen
a los ratones. “¿Qué puedo hacer?”, dijo, “tengo que disimular…y ¿si me
disfrazo de oveja?... las ovejas no se comen a los ratones, no comen carne…”
Así
que se fue a una tienda de disfraces y se compró uno de oveja de color blanco y
negro. Y se lo puso.
Pero
el disfraz era muy pesado y le hacía sudar muchísimo. Así que terminó
quitándoselo.
“¡Ni
hablar, yo no me disfrazo! ¡Yo voy a ser yo!, le diré al Ratón Pérez que,
aunque sea un gato, soy bueno y no me lo pienso comer!”.
Y
dicho y hecho…. escribió una carta al Ratón Pérez que decía: “querido Ratón,
aunque yo sea un gato, soy un gato bueno y no me pienso comer a ningún ratón.
Yo quiero un regalo por mi diente, como los niños a los que les llevas cosas y
se las cambias por sus dientes. Te prometo que, si vienes a por el mío, yo
estaré en mi camita dormido y quietecito. Un beso, el gato”.
Cuando
llegó el Ratón Pérez, leyó la carta y pensó que tal vez era verdad.
Querer
ser uno mismo merecía un premio y que no había que disfrazarse para engañar.
Y
le dejó un regalo.
FIN